viernes, diciembre 29, 2006
Fin de año del misántropo moderno
Pero no todo está perdido para los misántropos como yo en estas épocas. Precisamente una de las buenas cosas es que medio mundo se va la ciudad, el teléfono no suena y nadie toca el timbre. Época fabulosa para sentarse a leer horas, a ver películas, a dormir horas extra y hacer todos los pequeños mandados que intentamos hacer desde hace semanas pero que no se pudo por el puto trabajo (definamos trabajo: esa deshonrosa labor que hace uno para pagar las cuentas, que nos robotiza cada día más y que no tiene nada o mucho que ver con lo que realmente querés hacer en la vida, con tu pasión real y verdadera, en mi caso, la literatura).
Salvado el bombardeo navideño entramos a la época de fin de año. Las obligaciones continúan pero son algo más flexibles. Lo único que sí me parece válido de estos últimos días del año es el ejercicio de repasar lo acontecido en los últimos doce meses y la planificación del siguiente. Hay gente que jamás reflexiona sobre sus actos y sobre su vida, y si no fuera por estas fechas, se la pasarían en una inconciencia personal permanente. De los famosos propósitos de año nuevo, supongo que muy pocas cosas se cumplen. Pero el hecho de asumir que se quiere cambiar algo y ojalá intentarlo y mejor aún, lograrlo, no puede ser más que algo positivo.
En lo personal no suelo hacerme propósitos para el año venidero. Pienso en cosas que quisiera acontecieran, pero estoy clara que muchas de ellas dependen de elementos que están fuera de mi control. A veces me planteo propósitos, pero no pasan de 2 o 3. Para este nuevo año, la verdad es que todavía no me propongo nada, aunque siempre está el deseo de escribir una nueva novela y ojalá sea este año.
Pienso en el año pasado, claro. Este año en particular podría quizás pasar a mi historia personal como uno de los más aburridos y monótonos. La mayor parte del año fue una gran rutina fastidiosa que no me tiene ni más cerca ni más lejos de mis metas personales. Un año de estancamiento, si se quiere. No se lograron las cosas que quería se lograran, aunque me esforcé para ello, pero de nuevo, depende de factores que me superan.
Puedo enumerar, como cosas positivas, el hecho de no haberme enfermado (fuera de un par de ataques de alergia y de algunas crisis de migraña); mis queridas compañeras felinas siguen vivas y bien de salud. Hubo dinero suficiente para pagar el día a día, pero nada más. Leí un par de buenos libros, pero no leí tanto como me hubiera gustado; eso sí, fui bastante compulsiva con la compra de libros (vivir rodeada de librerías no ayuda mucho) y ahora tengo un buena provisión de lecturas pendientes. No escribí nada nuevo, por lo menos no novela, cuento o poesía aunque escribí algunas crónicas que me parecen decentes y publicables. Un par de textos míos aparecieron en algunas antologías. Retomé con disciplina el gimnasio, que había descuidado un poco, y en consecuencia, también me discipliné con una alimentación sana. Volví a meditar. El blog sobrevivió pese a varias situaciones que me hicieron considerar seriamente en cerrarlo.
Ojalá el otro año sea mejor, o por lo menos, diferente. Que no sea tan rutinariamente monótono como éste porque si hay algo que seca poco a poco el espíritu es la rutina. Y ojalá que este año me acerque de nuevo a la literatura, que es lo único que me anima a salir de la cama todos los días, lo único que me interesa en la vida.
Aprovecho para darles las gracias a los que han visitado este blog y les deseo que sus deseos se conviertan en realidad. Y nos leemos en el 2007.
miércoles, diciembre 20, 2006
La luna
Hay muy, pero muy pocas cosas que extraño de El Salvador. Muy pocas. Casi ninguna. Pero una de esas cosas es La Luna.
La primera vez que llegué habrá sido una noche de enero del 92, cuando recién firmados los así llamados Acuerdos de Paz, me invitaron a conocer el lugar que, a tan poco tiempo de ser inaugurado, ya tenía fama de ser un punto obligado de visita.
Ese año comencé a viajar con alguna frecuencia al país, como tantos salvadoreños que durante años no habíamos podido entrar a consecuencia de nuestras posturas políticas. Lo bueno de regresar era recuperar el país, los amigos, el espacio que se nos había quedado trunco al irnos forzadamente, conocer y reconocer. En alguna de esas visitas conocí a Beatriz Alcaine quien es, ha sido y seguro seguirá siendo el alma de La Luna, su motor, su batería, su gasolina, su visionaria, y quien se convirtió en una amiga queridísima, una cómplice, una maestra en tantas cosas.
La Luna Casa y Arte ("casi arte" le gusta decir a Beatriz), fue abierto en diciembre del 91, en un momento en que no había ningún espacio cultural, en un momento confuso para la historia nacional, en instantes en que estábamos con un pie entre la guerra y la paz, y con la obligada tradición de los fines de años (hacer balances, comenzar con nuevos propósitos).
Fue también un momento de nuevas esperanzas para un país que estaba agotado por la guerra. Muchos regresaron en ese momento al Salvador, con entusiasmos renovados, con ganas de hacer cosas y con la experiencia de lo aprendido en los lugares del exilio. Fue La Luna el espacio que sirvió de refugio, de taller de germinación para desarrollar y hacer ideas, en un espacio que físicamente cambiaba, que tenía la frescura de lo espontáneo, que logró sentar bajo un mismo techo a gente que, apenas meses antes, eran enemigos políticos. Militares y guerrilleros, políticos de izquierda y de derecha, jóvenes y adultos, todos encontraron un espacio donde lo formal, la diferencia, lo no-posible se quedaban en la calle.
No voy a repetir el rango de actividades que se han llevado a cabo en La Luna. Su fama trasciende el espacio nacional y creo que es bastante conocida toda su trayectoria y desarrollo.
En lo personal, mis tres años y medio en El Salvador (luego de una ausencia de 20), fueron menos miserables gracias a La Luna. Ahí presenté un par de libros: Contra-corriente para el que armamos un escenario que simulaba ser un dormitorio y yo leí sentada sobre la cama con un vestido blanco divino que había sido (si mal no recuerdo) de la abuelita de Beatriz y que tenía en aquel anexo llamado "El Ropero". Luego presentaríamos El Desencanto, en un espacio lleno de telas, flores, velas e inciensos.
También armamos los talleres narrativos "Litera-tour" que tuvieron tan buena acogida que hicimos dos grupos, uno matutino y otro vespertino los días sábado, y hasta nos dimos el lujo de tener una sesión especial con Sergio Ramírez que llegó a compartir su experiencia como escritor y a contestar las preguntas de aquel grupo de gente interesada en escribir.
En La Luna me tatuaron (cuando se hizo un tatoo-fest, con tatuadores locales pero también de Guatemala y creo que hasta uno de Costa Rica). En La Luna hacía las citas con la gente que necesitaba o quería verme pero que no quería o no podía ir hasta Los Planes. En La Luna mataba el tiempo entre un mandado y otro cuando andaba por San Salvador. En La Luna vi películas, tomé capuccinos, contesté entrevistas, compré algún libro o algún collar a Pedro Portillo, leí poemas de otros, escuché música que no se escuchaba en ninguna parte más del país, comí pastel de espinacas, zangolotes y unos alfajores maravillosos, vi cuadros y fotografías de diversos artistas, conocí a cualquier cantidad de gente, bailé, escuché a La Pepa, vi malabaristas de fuego y tuve larguísimas conversaciones con Beatriz sobre absolutamente todos los tópicos imaginables.
Siempre admiré, dentro de ello, la capacidad del lugar de renovarse, cambiar, asombrar, mantenerse fresco y sin embargo, en esencia, ser lo mismo: más allá de una rica y diversa propuesta cultural, La Luna fue para mí una especie de segundo hogar, de sucursal de mi casa, un refugio agradable en medio del caos de la ciudad que cada día se me hacía más invivible. Un lugar donde era posible sentarse a inventar cosas, a soñarlas, pero también, a hacerlas realidad.
Hace unos pocos días, gracias a una nota que se preparaba para El Faro, me di cuenta de que La Luna está cumpliendo quince años. Todos estos y muchos otros recuerdos afloraron de inmediato.
Hay cosas, lugares, personas y sucesos cuya significación no se puede apreciar en el momento mismo en que ocurren o se viven. Hay que tomar algo de distancia para saberlo. Saber que La Luna es quinceañera me hizo no sólo recordar sino caer en la cuenta del papel estelar que ha tenido en mi vida, un papel cálido, agradable e importante.
Felicidades pues a todos los que lograron concretar ese sueño, a los que tuvieron la visión, la energía, las ganas de hacerlo. Y por supuesto, un abrazo muy apretado para la Bea, quien a pesar de los buenos y malos ratos (como las constantes amenazas de la alcaldía por cerrar el lugar), a mantenido en marcha un sueño y mi otra casa.
martes, agosto 29, 2006
Viaje al imperio de las ventanas cerradas
Debo comenzar diciendo que tengo una relación algo complicada con la poesía. Me gusta, pero soy exigente. Me he sobre todo concentrado en lectura de poetas ya establecidos, considerados como clásicos (antiguos o contemporáneos). Me gusta la poesía original, la que me dice algo, la que no me intenta convencer ni imponer nada. Por supuesto que no me gusta la poesía que hace el grueso de la población que se autodenomina poeta y que creen que hacer poesía es hacer malabares de palabras o escribir un texto, cortarlo a media línea y voilá, "escribí un poema".
Lo cual no quita que siempre ande "probando", buscando nuevos poetas que me emocionen y que estén haciendo cosas interesantes, intensas, locas, profundas, con sustancia. Por lo general me decepciono. Basta leer unas 4 líneas para saber si alguien es poeta (con todo el peso de la palabra), si es alguien que tiene fibra y a quien haya que seguirle la pista o si es un simple aficionado que jamás pasará de allí.
Pero a veces se lleva uno agradables sorpresas, y de pronto he descubierto a más de algún buen poeta, más de algún profundo poema y más de alguna buena colección de poesía. Que es el caso del que quiero hablar hoy.
Viaje al imperio de las ventanas cerradas es el segundo poemario publicado por Krisma Mancía, quien ganó con esta colección el I Premio de Poesía Joven La Garúa, en la categoría de autores hispanoamericanos. El concurso es organizado por La Garúa de Barcelona.
El poemario me impresionó agradablemente y me enganchó de inmediato. Me gustó (como me gustan, cuando están bien hechos), los poemarios que tienen una secuencia entre sus poemas, cuando los mismos son como escenas, capítulos de una historia, ambientaciones, detalles, micros y macros de emociones, imágenes y situaciones. Mancía utiliza como motivo literario a la Ofelia shakespereana para amarrar con ese hilo los poco más de 30 poemas de este Viaje.
Frente al mar
soy una extranjera en la ciudad prometida
con las maletas llenas de cangrejos disecados
pero en el Imperio de las Ventanas Cerradas
todo es áspero
y al salir a la calle cierro la puerta con doble llave
y trato de olvidar
a la sirena atrapada en la tubería del baño
y soy nostalgia
cuando me entrego sin dolor al abismo rutinario de las esquinas
y soy nostalgia
al cumplir con mi tarea de ser buena ciudadana.
Resulta agradable que no se utilice la frase fácil ni los juegos vacíos de palabras. Los poemas de Mancía tienen sustancia, un peso que se siente más allá de las palabras (y que es lo que, finalmente, distingue a poetas de aficionados). Sorprende también el contraste entre la madurez de estos poemas y la juventud de la autora, que no llega a los 30 años de edad.
Mancía interroga a Ofelia en sus poemas, habla con ella, le cuenta secretos, melancolías, intimidades, se vuelve Ofelia, se desdobla en ella, y finalmente pensamos que quizás ambas son la misma o que hay un intruso, un tercer personaje metido en los versos como un mirón, alguien que roba secretos, acaso el lector, acaso fantasmas cuya forma nunca conoceremos.
Una lectura recomendable para los exigentes buscadores de poesía.
sábado, agosto 26, 2006
¿Con qué puedo retenerte?
A Beatriz Bibiloni Webster de Bullrich
¿Con qué puedo retenerte?
Te ofrezco magras calles, ocasos desesperados, la luna
de los corroídos suburbios.
Te ofrezco la amargura de un hombre que ha mirado
largamente a la luna solitaria.
Te ofrezco mis antepasados, mis muertos, los fantasmas
que hombres vivientes han honrado en mármol:
el padre de mi padre muerto en la frontera
de Buenos Aires, dos balas a través de sus pulmones,
barbado y muerto, envuelto por sus soldados
en el cuero de una vaca; el abuelo de mi madre
-con tan solo venticuatro años- encabezando
una carga de trescientos hombres en el Perú, ahora
espectros en desvanecidos caballos.
Te ofrezco cualquier agudeza que puedan contener
mis libros, cualquier hombradía o humor en mi vida.
Te ofrezco la lealtad de un hombre que nunca ha sido leal.
Te ofrezco ese meollo de mí mismo que he salvado,
de alguna manera: el corazón central que no
comercia con palabras, no trafica con sueños,
y está intocado por el tiempo, por la alegría,
por las adversidades.
Te ofrezco la memoria de una rosa amarilla vista
en el ocaso, años antes de que hubieras nacido.
Te ofrezco explicaciones de ti misma, teorías sobre ti misma,
auténticas y sorprendentes noticias de ti misma.
Te puedo dar mi soledad, mi oscuridad, el hambre
de mi corazón; trato de sobornarte con
la incetidumbre, con el peligro, con la derrota.
De El otro, el mismo
Traducción de Roberto Fernández Retamar
JORGE LUIS BORGES
En los días en que estuve sin computadora (y por ende, desconectada), se me metió entre ceja y ceja leer este poema que no tengo en versión impresa y que tuve que buscar en internet.
Ojalá doña María Kodama no me demande por reproducirlo. Parte de las noticias literarias más movidas de los días recientes ha sido la negativa de Kodama a publicar la obra completa de Borges en francés y todos los dimes y diretes nacidos a partir de ello. Una nota bastante completa sobre el asunto pueden encontrarla en Piel de Leopardo.
Y para completar el asunto, va la versión en inglés del poema, que fue la original que escribió Borges y que luego muchos se dieron a traducir (algún día deberé intentar, como ejercicio, mi versión):
What can I hold you with?
I offer you lean streets, desperate sunsets, the
moon of the ragged suburbs.
I offer you the bitterness of a man who has
looked long and long at the lonely moon.
I offer you my ancestors, my dead men, the
ghosts that living men have honoured in marble:
my father's father killed in the frontier of
Buenos Aires, two bullets through his lungs,
bearded and dead, wrapped by his soldiers
in the hide of a cow; my mother's grandfather
-just twentyfour- heading a charge
of three hundred men in Peru, now ghosts on
vanished horses.
I offer you whatever insight my books may
hold, whatever manliness or humour my life.
I offer you the loyalty of a man who has never
been loyal.
I offer you that kernel of myself that I have
saved, somehow --the central heart that deals
not in words, traffics not with dreams, and is
untouched by time, by joy, by adversities.
I offer you the memory of a yellow rose seen at
sunset, years before you were born.
I offer you explanations of yourself, theories about
yourself, authentic and surprising news of your-
self.
I can give you my loneliness, my darkness, the
hunger of my heart; I am trying to bribe you
with uncertainty, with danger, with defeat.
domingo, junio 18, 2006
Déjà vu
Una de las obsesiones del ser humano es sin duda la de volver atrás en el tiempo. ¿Qué haríamos si tuviéramos esa capacidad? El tema ha sido recurrente en el cine y la literatura. En algunas propuestas, la idea de los viajeros en el tiempo es la de investigar o conocer el pasado. En otras el viaje ocurre por circunstancias incontrolables y la obsesión, luego de estar atrapados en otras épocas y países, es volver al “comfort zone” del conocido presente. Y en otras ocasiones, la idea es volver al pasado para enmendar errores o impedir tragedias.
Es en esta última línea que se basa el argumento de Déjà Vu, de Tony Scott y protagonizada por Denzel Washington, sobre quien el tiempo parece pasar de manera benévola (lo digo porque en la misma aparece Val Kilmer, quien luego de pasar por galán de cine está ahora algo desmejorado).
El título y la propaganda de la película sugieren algo bastante errado. No puedo más que parafrasear la propaganda del trailer para decir lo que es un déjà vu: la sensación de ya haber estado antes en otro lugar o de estar viviendo una circunstancia por segunda vez. Algunas veces la sensación es tan fuerte que uno sabe lo que ocurrirá a continuación. Es algo así como “recordar el futuro”. Los científicos creen que se trata estrictamente de una anomalía de la memoria debido a que, aunque existe una sensación de familiaridad en una situación, no logra ubicarse con exactitud el recuerdo.
Aunque es un fenómeno común, el déjà vu puede relacionarse con estados de ansiedad, esquizofrenia y epilepsia. Por supuesto que hay toda otra gama de explicaciones que van desde la relación de estos fenómenos con los sueños, premoniciones, vidas pasadas o con la idea del eterno retorno (que supone que vivimos la misma vida una y otra vez de manera idéntica hasta el infinito).
Por ello es que el título de la película resulta errado y apela a un fenómeno que nos ha pasado a muchos, para llamar la atención de los espectadores, un truco de mercadeo totalmente innecesario pues la película tiene una historia con planteamientos que la hacen muy interesante. Lo que en realidad ocurre en la película es algo más cercano a la ciencia ficción y muy alejado de fenómenos neurológicos o mentales. Un ferry explota en Nueva Orleáns matando a 543 personas. En el transcurso de la investigación, el agente Carlin se obsesiona con el cadáver de una muchacha, Claire, que muere minutos antes de la explosión y que puede ser la clave para encontrar al hechor del atentado.
Carlin, interpretado por Washington, es incorporado a una unidad especial que utiliza para sus investigaciones un complejo sistema que permite ver el pasado hasta 4 días y medio atrás, como si hubiera cámaras vigilantes instaladas en todas partes. La idea es bastante jalada de los pelos, pero la verdad es que se torna interesante, pues el cuestionamiento sobre el tiempo es fascinante: ¿el tiempo camina hacia adelante, de principio a fin? ¿Podría “doblarse” el tiempo para poder “verlo”? ¿Podrían mandarse mensajes al pasado para advertir sobre peligros y salvar a alguien de, digamos, un atentado? ¿Qué pasaría con el presente si alteráramos algo del pasado?
Muchas cuestiones éticas son planteadas acá. Los detectives únicamente quieren observar todo lo ocurrido para establecer quién fue el culpable. Eso implica vigilancia 24 horas sobre Claire, incluso cuando se baña. Pero después de varias horas de revisar “el pasado”, Carlin plantea intervenir en el pasado para evitar la tragedia, porque según dice “estoy acostumbrado a detener a los delincuentes luego de cometer sus crímenes, quiero por una vez capturar a uno antes de cometerlo”.
La historia combina muy bien secuencias de acción con suspenso y en cierto momento pasado y presente ocurren paralelos gracias a un casco especial que le permite a Carlin descubrir el escondite del sujeto que ejecutó el atentado. Esta persecución es sin duda una de las mejores escenas de la película.
Es inevitable salir del cine reflexionando sobre lo que haríamos si tuviéramos acceso a este tipo de tecnología, a qué rincones del pasado volveríamos si se pudiera, ¿cambiaríamos algo? ¿Qué? ¿Por qué? ¿Y cuáles serían las consecuencias de ello, cómo se modificaría mi vida, mi personalidad y la vida de otros a partir de ello? Jjjmmm...
Película
domingo, abril 09, 2006
Muere Lizandro Chávez Alfaro
Hoy domingo en la madrugada falleció el escritor Lizandro Chávez Alfaro, sin duda uno de los narradores más importantes de Nicaragua. Con su libro de cuentos Los Monos de San Telmo, ganó en 1963 el premio Casa de las Américas, aunque la importancia del libro no está en el premio, sino en sus historias. El libro se convitió en una de las piedras angulares de la narrativa nicaragüense (y me atrevo a decir que de la centroamericana, aunque por las injusticias literarias que rigen en el istmo, su obra no haya sido lo suficientemente difundida ni conocida). Sus cuentos lograron resumir la situación de marginalidad y la ambigua relación con los Estados Unidos que siempre ha mantenido nuestro franja de territorio. En 1969 sería finalista del premio Seix Barral con su novela Trágame Tierra.
No recuerdo cuándo exactamente conocí a Lizandro. Pero cuando anunció que daría una taller de narrativa en la UCA de Managua, no dudé en apuntarme. Debe haber sido en 1991, en que un reducido grupo de 6 o 7 personas (entre ellos la pintora María Gallo), nos reunimos con Lizandro una vez por semana para compartir nuestros cuentos y realizar un proyecto de novela. A él le debo, sin duda, parte de mis lecturas y aprendizajes en este mundo de la escritura. Y quizás por eso es tan difícil poder hablar de él en este momento.
Sus honras fúnebres serán mañana lunes, en Managua.
miércoles, abril 05, 2006
El síndrome "Código DaVinci"
Estoy desconcertada luego de leer un artículo en El Cultural de España, llamado "Genuino sabor americano". En el artículo, varios editores dicen "haber vuelto al tipo de edición de antes", en que se aconsejaba a los autores sobre cambios y cortes en sus novelas. Lo lamentable es que esto no es realmente con el fin de mejorar un libro que puede estar medio cojo en algunas páginas, sino estrictamente en la retorcida obsesión de buscar un bestseller, y hoy en día, tanto peor, lo que los editores buscan es a un autor primerizo en el cual invertir y que logre las monstruosas cantidades vendidas por El Código DaVinci de Dan Brown.
Si el artículo se llama "Genuino sabor americano", es porque los editores consultados argumentan que así trabajan los editores de los USA, otorgando sustanciosos adelantos monetarios sobre la próxima novela de un autor que "ha pegado" a nivel de ventas y supuestamente, leyendo la obra y trabajando hombro a hombro con el autor para (según ellos) mejorarla.
Yo tengo algo de problemas con esa intervención de los editores en algún libro. No me parece mal si el editor es un ilustrado en literatura, un buen lector, un conocedor, ojalá un buen escritor él mismo, y me haga observaciones pertinentes en referencia a eventuales fallas que pueda tener un libro. Si en la página 25 se dijo que el hombre salió por la puerta de la cocina, pero en la página 76 resulta que para describir la misma escena, el hombre salió por la puerta principal, es obvio que hay que corregir esas inconsistencias. O si hay una parte del texto que por algún motivo resulta largo o reitera la misma idea demasiado, cortar un par de páginas o párrafos tendrá que tomarse en consideración. Lo malo es que por lo general, muchos de los editores hoy en día son expertos en cualquier cosa, menos en literatura (varios de ellos no leen libros, me consta).
Pero por otro lado, me pregunto por qué un editor acepta publicar un libro, para luego machetearlo, cambiar el título, cambiar el nombre de algún personaje u otro tipo de cambios que de algún modo tocan e inciden en la idea inicial del autor y en su proceso creativo. Eso es un poco como los que compran una casa y botan todas sus paredes para volverla a construir.
Está más que claro. Las editoriales están cada día más lejos de la literatura y más cerca de gerentes de ventas, tablas numéricas dolarizadas, proyecciones de ventas y esas cosas tan, pero tan ajenas a la esencia del oficio del escritor. Intervenir tanto en la obra de un autor me parece, por una parte, irrespetarlo y por otra, un desconocimiento de los procesos creativos. Hay algunos libros que están armados de tal manera que cambiar una escena o modificar algún personaje, significa tocar el resto de capítulos o personajes o escenas. Me suena esa actitud un poco a "niño, hiciste mal la tarea, hay que volverla a hacer completa". De lo cual tampoco hay que sorprenderse: la relación entre escritores y editores hoy en día es bastante perversa. Muchos editores tratan a los escritores como si les estuvieran haciendo un inmenso favor al publicarles y los tratan como empleadillos de octava, que deberían estar agradecidos y besar por siempre manos, pies y otras partes del cuerpo del editor que no mencionaré.
Lo crítico es que los que comienzan a escribir, los jóvenes que ahora comienzan a interesarse en literatura y que juguetean con la idea de ser escritores, no están pensando en contar historias, en experimentar con lenguaje o estructuras, en escribir de madrugada, de noche y en cualquier momento que se pueda. Quieren ser un Dan Brown. Quieren ganarse un gran premio. Quieren salir en el periódico y hacer giras de autor. Quieren escribir un libro rápido, fácil, y que venda millones, hacer fortuna fácil, codearse con "los grandes". Quieren o querrán ser "escritores famosos" pero no "hacer literatura". Que son dos cosas supremamente diferentes.
Por lo menos los editores españoles tienen su juego bien claro puesto cartas arriba sobre la mesa. Mientras tanto, en otro lugar del bosque, se espera el veredicto del juicio por supuesto hurto de ideas de Dan Brown a los autores de otro libro que plantea que Jesús y la Magdalena se casaron y tuvieron descendencia. Un juicio propagandístico, a mi modo de ver, porque el libro de los ofendidos está publicado en la misma editorial, no ha tenido nada de fortuna comercial (ahora, claro, la tendrá) y porque, aunque no conozco al dedillo los intrínculis del juicio, el planteamiento de los demandantes me parece absurdo. O sea, no base una novela en las ideas de Freud, de Darwin, de Nietzche ni de nadie. Vaya a ser los herederos lo demanden, por copión.
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martes, marzo 21, 2006
El día que dejé de escribir cuento
Hubo una época en que me dio por escribir cuentos. Muchos cuentos. Largos, cortos, complicados, sencillos, lineales, experimentales. Probé de todo. Fue como un gran campo de experimentación y juego. Fue también una etapa que me sirvió de transición de un silencio de escritura que había durado algunos años debido al trabajo de 8 a 5 que me había exprimido el seso, el tiempo, la energía y la imaginación.
Esa época, que habrá sido por ahí entre el 90 y el 94, fue prolífica en muchos sentidos. Escribir cuento me llevó a sentarme a trabajar novelas que andaba en la mente desde hacía rato. Y también pinté mucho.
Pero en algún momento, cuando quise retomar la escritura de cuentos me di cuenta de algo. Primero se manifestó como que escribir cuentos "ya no tenía gracia". Y ya no tenía gracia porque... había encontrado algo así como una fórmula para escribirlos.
Si explicara la fórmula no sería muy entendible. Quizás no era en realidad una fórmula. El proceso era más rítmico y de sonido que de procesos o pasos. Cuando escribía cuento, había comenzado a ponerle palabras a un sonsonete interno, a un ritmo, a una melodía. Ya no me interesaba mucho el contenido, los personajes, el escenario. Me interesaba estrictamente ponerle palabras a una melodía, algo así como llenar una plantilla. Era un proceso automático que me tomó un rato advertir. Pero cuando me di cuenta, paré. Y no volví a escribir cuentos desde entonces. No me parecía motivador ni retador ni satisfactorio ni sorprendente. Dejé de escribir cuentos y pensé que algún día los retomaría. Que quizás necesitaba "un descanso" del género y tener nuevas ideas.
Han pasado años desde entonces. Años en los que he escrito escasos cuentos, quizás 2 o 3. Comencé varios en el 2000, durante mis becas, pero nunca los terminé. Esos cuentos descansan dentro de una carpeta en mi computadora llamada "stand-by". Un stand-by que lleva casi 6 años.
No quiero decir que nunca más voy a escribir cuentos. Uno nunca debe decir nunca. A veces se me ocurre alguna historia, y tomo nota en un mi cuadernito destinado para esas "grandes ideas". Y pienso que quizás me siente a escribir pronto un cuento. Pero no ocurre.
En lo personal, no me gusta imponer ni forzar la escritura. Eso se nota en el resultado final. Al igual que se nota cuando uno escribe sin pasión, de automático. El texto captura y transmite el estado de ánimo del escritor, y si se escribe con tedio, por obligación, con fastidio, eso es lo que captará el lector. Por lo demás, el tiempo me ha enseñado que uno escribe una historia en particular cuando está listo para escribirla (ni antes, ni después).
Recordé todo esto el fin de semana, mientras tomaba notas y examinaba apuntes de cosas que quiero escribir. Y me dije que ya vendrán los cuentos, cuando tengan que venir, si es que van a regresar, porque siempre he pensado también que los textos tienen vida propia, que son como animalitos a los que tenemos que ir llamando y ganando su confianza de poquito a poco para que convivan con nosotros. Cuidado con espantarlos porque si no, puede que no vuelvan.
¿Y el trabajo, la disciplina del escritor? Está ahí, en eso, en ganarse día a día la confianza del texto, de sus personajes, en conocerlos, en saber cómo "amansarlos" y en cómo hacerlos cobrar vida, atraparlos en la jaula de las palabras. Y alimentarlos en esa jaula, hacerlos que engorden, que se pongan bonitos... o que se mueran del empacho. Pero todo eso, es otra historia.
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lunes, marzo 20, 2006
Album de fotos
Los invito a mi álbum de fotos de Flickr, que también fue reubicado. La nueva dirección es: http://www.flickr.com/photos/jacintaescudos/. También pueden acceder a él mediante el banner de la izquierda, haciendo click en cualquiera de las fotos.
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viernes, marzo 17, 2006
San José, Capital Iberoamericana de la Cultura
Este año, San José ha sido seleccionada como Capital Iberoamericana de la Cultura. Aunque ha pasado algo desapercibido el significado del mismo, hay expectativas de que este año la actividad cultural en la ciudad sea más agitada que de costumbre.
Una de las primeras actividades en este sentido fue el Papaya Fest, una serie de conciertos de diferentes géneros de música que tuvieron representación de grupos de toda Centro América... o bueno, casi toda, porque fue notable la ausencia de grupos de Guatemala y El Salvador. Hace pocas semanas fue el festival Transitarte.
Y este fin de semana comienza una de las actividades más esperadas por los ticos, el X Festival Internacional de las Artes. Teatro, música, danza, cine, circo, toda una serie de espectáculos que involucrarán la participación de unos 850 artistas nacionales y extranjeros. En la página del festival puede descargarse la programación de las actividades de los 10 días que durará el mismo.
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viernes, marzo 10, 2006
Poema en forma de pájaro
Homenaje a Jorge Eduardo Eielson, peruano (1924-2006).
(Quien desee ser parte de este homenaje, a raíz de la muerte del poeta Eielson, puede reproducir este poema en su blog y enviar una notificación a poesiaenformadepajaro@gmail.com).
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domingo, marzo 05, 2006
Norman Mailer, Legión de Honor
Norman Mailer, Legión de Honor: ha pasado algo desapercibida la noticia de que el escritor Norman Mailer ha recibido la más alta distinción francesa el pasado viernes, la Legión de Honor. La nota en inglés aquí.
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Moleskine vuelve
Moleskine vuelve: clap, clap, clap: Celebro con gusto la decisión del escritor peruano Iván Thays de retomar su excelente blog literario Moleskine. Los motivos del cierre y del cambio de decisión se explican acá: http://notasmoleskine.blogspot.com/2006/03/vuelve-moleskine.html
sábado, marzo 04, 2006
Solicitud
And the Oscar goes to...
Este domingo se celebrará la 78ava. entrega anual de los Oscar de la Academia. Considero que este año ha sido un muy buen año para el cine (y por ende, para los espectadores), en muchos sentidos. Hemos visto realmente muy buenas cosas y además, cine diferente, independiente, que toca temas sociales y políticos con gran calidad. Y lo asombroso ha sido que varias de dichas películas han sido nominadas.
¿Cualés son mis favoritas?
No puedo hacer apuestas ni predicciones pues hay varias de las películas nominadas que todavía no son presentadas en estas latitudes. Entre ellas Capote y Good night and good luck. De las actrices nominadas sólo he visto a una, Reese Whiterspoon. Y la verdad, yo no le daría el Oscar.
Pero veamos: creo que como película del año estarían dos, Munich y Brokeback Mountain. (Le pueden dar a uno mejor director y a otro mejor película y estaré conforme).
Mejor actor se lo daría a Heath Ledger, aunque por las extras que he visto de Capote, Philip Seymour Hoffman parece estar extraordinario en su papel. Mejor actriz, como digo, ni puedo opinar, pues no he visto a ninguna de las otras nominadas. Actor de reparto, se lo daría a George Clooney. Actriz de reparto, a cualquiera menos a Rachel Weisz.
Aunque no está nominada en dicha categoría, yo le daría mejor cinematografía a The Constant Gardener. Mejor edición para Crash.
Y si nos pudiéramos inventar categorías, le daría mejor película infantil a Charlie and the Chocolate Factory y mejor película musical a Walk the line. Le daría no sé qué premio a Johnny Depp por su papel de Willy Wonka y le daría algo así como mejor película de vanguardia a Broken Flowers de Jim Jarmush. También le daría algo a No way home, el minucioso y extenso documental-entrevista que hizo Martin Scorsese sobre Bob Dylan.
Antes de la entrega iré rapidito el fin de semana a ver Memoirs of a Geisha y The March of the Penguins, ésta última nominada como mejor documental. Pero en todo caso, como digo, este año los ganadores fuimos los espectadores, homenajeados con buen cine y excelentes actuaciones.