viernes, diciembre 29, 2006

Fin de año del misántropo moderno

Esta época no es precisamente de mis favoritas. La Navidad, con su consumismo, asesinato masivo de animales y árboles, imposiciones y obligaciones, me es un época totalmente fastidiosa e incómoda. La obsesión de todos por gastar lo poco que tienen, la de comerse cualquier animal que camine, trepe o repte (para luego desperdiciar y botar toneladas de alimentos que en otros lugares hacen buena falta), el corte de árboles que igualmente terminarán botados a las pocas semanas, el desperdicio energético masivo por la electricidad consumida para iluminar árboles y casas, las toneladas de basura; los villancicos en voces infantiles (o en cualquier voz); la imposición de una celebración, cuyo origen es religioso, sobre los que no comparten dicha creencia (o sea, tendríamos que celebrar entonces con la misma magnitud Hannukah, el nacimiento del profeta Mahoma, el de Buda y todos los seres iluminados); pero sobre todo, la obligación de "estar feliz" y "ser gregario", donde "el cariño" se mide por si diste o no diste un regalo y de cuánto valor económico fue el regalo que diste; cuando se tiene la obligación de pasárselo con la familia, aunque ésta sea una manada de lobos, serpientes y hienas (perdón por los queridos animalitos), y cuando precisamente esas navideñas reuniones familiares se convierten, luego de un par de tragos, en una sacadera de trapos sucios que da vergüenza propia y ajena; cuando preferir pasártela a solas, con tus gatos, un buen libro y una taza de té caliente es visto como la reacción de alguien que, definitivamente, no está en sus cabales...

Pero no todo está perdido para los misántropos como yo en estas épocas. Precisamente una de las buenas cosas es que medio mundo se va la ciudad, el teléfono no suena y nadie toca el timbre. Época fabulosa para sentarse a leer horas, a ver películas, a dormir horas extra y hacer todos los pequeños mandados que intentamos hacer desde hace semanas pero que no se pudo por el puto trabajo (definamos trabajo: esa deshonrosa labor que hace uno para pagar las cuentas, que nos robotiza cada día más y que no tiene nada o mucho que ver con lo que realmente querés hacer en la vida, con tu pasión real y verdadera, en mi caso, la literatura).
Salvado el bombardeo navideño entramos a la época de fin de año. Las obligaciones continúan pero son algo más flexibles. Lo único que sí me parece válido de estos últimos días del año es el ejercicio de repasar lo acontecido en los últimos doce meses y la planificación del siguiente. Hay gente que jamás reflexiona sobre sus actos y sobre su vida, y si no fuera por estas fechas, se la pasarían en una inconciencia personal permanente. De los famosos propósitos de año nuevo, supongo que muy pocas cosas se cumplen. Pero el hecho de asumir que se quiere cambiar algo y ojalá intentarlo y mejor aún, lograrlo, no puede ser más que algo positivo.
En lo personal no suelo hacerme propósitos para el año venidero. Pienso en cosas que quisiera acontecieran, pero estoy clara que muchas de ellas dependen de elementos que están fuera de mi control. A veces me planteo propósitos, pero no pasan de 2 o 3. Para este nuevo año, la verdad es que todavía no me propongo nada, aunque siempre está el deseo de escribir una nueva novela y ojalá sea este año.
Pienso en el año pasado, claro. Este año en particular podría quizás pasar a mi historia personal como uno de los más aburridos y monótonos. La mayor parte del año fue una gran rutina fastidiosa que no me tiene ni más cerca ni más lejos de mis metas personales. Un año de estancamiento, si se quiere. No se lograron las cosas que quería se lograran, aunque me esforcé para ello, pero de nuevo, depende de factores que me superan.
Puedo enumerar, como cosas positivas, el hecho de no haberme enfermado (fuera de un par de ataques de alergia y de algunas crisis de migraña); mis queridas compañeras felinas siguen vivas y bien de salud. Hubo dinero suficiente para pagar el día a día, pero nada más. Leí un par de buenos libros, pero no leí tanto como me hubiera gustado; eso sí, fui bastante compulsiva con la compra de libros (vivir rodeada de librerías no ayuda mucho) y ahora tengo un buena provisión de lecturas pendientes. No escribí nada nuevo, por lo menos no novela, cuento o poesía aunque escribí algunas crónicas que me parecen decentes y publicables. Un par de textos míos aparecieron en algunas antologías. Retomé con disciplina el gimnasio, que había descuidado un poco, y en consecuencia, también me discipliné con una alimentación sana. Volví a meditar. El blog sobrevivió pese a varias situaciones que me hicieron considerar seriamente en cerrarlo.
Ojalá el otro año sea mejor, o por lo menos, diferente. Que no sea tan rutinariamente monótono como éste porque si hay algo que seca poco a poco el espíritu es la rutina. Y ojalá que este año me acerque de nuevo a la literatura, que es lo único que me anima a salir de la cama todos los días, lo único que me interesa en la vida.
Aprovecho para darles las gracias a los que han visitado este blog y les deseo que sus deseos se conviertan en realidad. Y nos leemos en el 2007.

1 comentario:

marvision dijo...

me gustó eso que dices: ...la literatura, es lo que me hace salir de la cama...
yo tambien tengo algo que me hace salir de la cama,es bello tener algo
Te estoy leyendo todo el blog
un abrazo de marvision