viernes, julio 09, 2010

Mi nuevo libro: Crónicas para sentimentales

.

Cronicas150.jpgEntre las múltiples cosas que se han estado cocinando entre bambalinas en la montaña rusa que es mi vida (dice un amigo que mi vida es una novela... ¡créanle!), entre esas cosas, digo, he estado dándole los toques finales a la aparición de un nuevo libro, corrigiendo pruebas, seleccionando portada y hasta dejándome tomar fotos para la solapa (ODIO tomarme y que me tomen fotos, lo odio, lo odio, lo odio, lo odio...).

Es una colección de cuentos y se llama Crónicas para sentimentales. No quisiera mucho hablar de su contenido para no prejuiciar ni encauzar la lectura ajena, ya cada quien se hará sus propia ideas.

El libro lo publica F&G Editores de Guatemala. Sí, ya sé, he sido una promiscua editorial. Casi todos mis libros están publicados por otra editorial. Tengo (con este) 8 libros publicados en 6 editoriales. F&G me parece el proyecto más respetado actualmente en la región, con un sistema probado de distribución en espacios y países que me interesan y además, un detalle muy importante en estos modernos tiempos: el libro se puede adquirir por internet a través de su página, algo que ninguna otra editorial me ha cumplido (aunque lo ofrecen, pero nunca concretan).


Por lo demás, les dejo el enlace que comenta un poco del contenido y el tono de los libros, una contraportada que me parece capta bien el espíritu del libro.

Diré también que estos cuentos fueron escritos en el mismo período creativo de Cuentos sucios. En ese sentido es, digamos, un libro “viejo”, por lo menos en el sentido que se escribió ya hace bastante rato. Pero había quedado guardado ahí en la gaveta por motivos bastante ajenos a mi voluntad.




Siempre vi a ambos libros como gemelos del mismo parto, pero no podían juntarse en un mismo volumen por la diferencia sustancial de la temática. Si Cuentos sucios era algo oscuro y morboso, Crónicas... aparenta tener un aire de humor y de ligereza, que en realidad es engañoso, porque estos textos siguen explorando ciertos asuntos humanos, sobre todo eso que llamamos “el amor”: los amores platónicos, frustrados, irrealizados, finales incomprensibles y fantasías romanticoides.


Mi idea era que fueran publicados uno después del otro, pero en aquel momento, la DPI se empeñó en que entregara una novela y me saqué de la manga El desencanto. Algo de lo que todavía me arrepiento al día de hoy porque creo que era un libro que aguantaba un par de años más en corrección (y que quizás, finalmente, ni hubiera publicado). Total, que me amarraron con un contrato firmado y lo tuvieron ahí en la editorial 4 años hasta que finalmente lo imprimieron, situación que me hizo perder la traducción y publicación al francés de este libro... pero mejor no digo más, me vuelve la colerita de nuevo y ya eso es agua pasada.

Crónicas... es especial para mí en otro sentido, pues tiene los dos cuentos que en lo personal son los que más me gustan de todos los que he escrito: “¿En qué libro guardé tus cabellos, Elsa Kuriaki?” y “Materia negra”. Y creo que este último me gusta todavía mucho más que el primero.

No sé si sea muy radical decir esto (y uno aprende que en la vida nunca hay que decir nunca), pero puede que éste sea también mi último libro de cuentos. O por lo menos, será el último que se publique en varios años. No escribo cuentos desde el 2003 o 2004. El último que escribí es uno que está en El Diablo sabe mi nombre, “Película japonesa de los años 60”.

Como ya expliqué alguna vez por acá, dejé de escribir cuentos cuando sentí que había alcanzado una especie de fórmula y que ya no me significaba ningún tipo de reto o aprendizaje la escritura de cuentos. Si, ya sé, han de estar pensando: “vieja loca, ¿para qué quiere hacer algo que encuentra complicado?”. Pero bueno, cada loco con su tema y el mío es el reto en la escritura, aprender, encontrar, descubrir, descifrar, retarme a mí misma. Escribir desde la oscuridad para encontrar algo de luz. Escribir desde el caos originario, misterioso y oscuro para ordenar, crear algo desde la nada del silencio y de la página en blanco y de pronto haber conformado un micro cosmos, que es lo que se encierra en cada texto literario.

He hecho algunos intentos de cuento, tengo varios comenzados, pero nada terminado. Y no sé si los retomaré. Y luego tengo un montón de textos bien raros que no sé si realmente son cuentos o que (beep) son, pero ahí están, hasta que les busque acomodo en algún lugar de papel.



Detalles de carácter práctico:

-Ni yo misma he visto el libro todavía y no lo veré hasta que vaya a Guatemala.

-La portada es una foto de Walterio Iraheta y la foto de la solapa (de las pocas fotos mías que me gustan), es de Sandro Stivella, ambos salvadoreños.

-El libro tiene su primera presentación pública el 20 de julio a las 18 horas en la Filgua de Guatemala.

-El libro puede adquirirse por internet aquí.

-Circulará en Centro América en los canales habituales de distribución de F&G. Pero todavía no sé cuándo exactamente empezará a venderse. Cuando vuelva de Guate, seguro tengo más datos.


-Espero que lo presentemos acá en El Salvador, pero igual, primero que venga el libro, que circule y luego presentamos. Y por supuesto, cuando así sea, les aviso e invito.



.

miércoles, julio 07, 2010

Trabajar cansa, Cesare Pavese

.

Atravesar una calle para escapar de casa

lo hace sólo un muchacho, pero este hombre que anda

todo el día las calles, ya no es un muchacho

y no huye de casa.


Hay en el verano

tardes en que las plazas quedan vacías, tendidas

bajo el sol que ya empieza a ponerse, y este hombre que llega

por una avenida de inútiles plantas, se detiene.

¿Vale la pena estar solo para quedarse siempre solo?

Callejear únicamente, las plazas y las calles

están vacías. Es preciso detener a una mujer

y hablarle y decidirle a que viva con uno.


Si no, uno habla solo. Por eso algunas veces

el borracho nocturno comienza a parlotear

y explica los proyectos de toda su vida.



No es cierto que esperando en la plaza desierta

te encuentres con alguno, pero el que anda las calles

a ratos se detiene. Pero si fueran dos,

aun andando las calles, la casa ya estaría

donde aquella mujer, y valdría la pena.


Por la noche la plaza vuelve a quedar desierta

y este hombre que la cruza no ve los edificios

tras las luces inútiles, pues ya no alza los ojos:

sólo ve el empedrado, que hicieron otros hombres

de endurecidas manos, como lo están las suyas.

No es correcto quedarse en la plaza desierta.

Seguro que está en la calle aquella mujer

que, al pedírselo, quiera ayudar en la casa.



(En internet hay dos versiones muy diferentes de este poema con el mismo título. La que reproduzco aquí es la que coincide con la publicada en Le Poesie, Cesare Pavese, Einaudi Tascabili, 1998, Turín. Mi edición está en italiano. Desafortunadamente este poema, encontrado en internet, no detalla quién lo tradujo).



.

lunes, julio 05, 2010

Para recuperar San Salvador

.

No sé si San Salvador era una ciudad bella o no, pero me gustaba. El centro en los años 60, ése centro que conocí cuando me tocó ser niña y adolescente, tenía algo que al día de hoy conmueve mis recuerdos.

Todavía era una niña cuando abrió el almacén Simán en el centro. Recuerdo que el hecho de que construyeran aquel edificio fue tomado como una muestra de progreso. San Salvador se modernizaba. Era la primera tienda por departamentos del país. Había un silencioso y compartido orgullo nacional en eso.

No recuerdo dónde estaba antes el almacén original pero para aquellos años, el nuevo edificio era “grande” y era de lo más moderno de la ciudad. No sólo eso. Se dieron el lujo de adornar las porciones de acera que le correspondían con enchapados de mármol. Tenían vitrinas que iban adornando con escenas de acuerdo a la temporada correspondiente de compras. Durante los primeros días de su apertura, la gente iba nada más por conocer todo lo que ofrecía. Una de las grandes novedades era además que en el interior habían escaleras eléctricas.

Hace unos días se anunció que la familia Simán está considerando trasladar ese almacén, que se convirtió en emblemático de la ciudad pero también en un punto de referencia urbana. El motivo para trasladarlo es la poca afluencia de clientes debido a las ventas callejeras que cubren por completo las aceras del almacén, así como la inseguridad de la zona.




La noticia me causó tristeza aunque las razones son comprensibles. Cada día es mayor el número de comerciantes formales en el centro que miran afectados sus negocios de tal manera que optan por trasladarse a zonas con mejores condiciones, antes de ahogarse totalmente en la quiebra o en las extorsiones. Pero estas migraciones de los comerciantes formales hacia otros puntos de la ciudad, de alguna manera conceden el poder a los comerciantes ambulantes e informales para instalarse a sus anchas en las aceras y las calles, que deberían ser para el uso y la libre circulación de todos.

Los callejeros usurpan el espacio público, los edificios se van cerrando y deteriorando cada vez más. La inseguridad y la falta de control sobre lo que se calcula son unos 16 mil vendedores ocupando las calles de lo que se llama “el centro histórico”, incrementan la criminalidad en el área.

Hay muchos motivos para desear que la ciudad sea reordenada. Motivos que van desde lo estético hasta lo cultural, lo económico pero sobre todo lo humano. Gran parte de ese reordenamiento pasa por el traslado de las ventas callejeras a lugares aptos para su actividad. Pero aunque suena fácil, es una tarea de una complejidad enorme.

Es necesario encontrar o construir esos espacios aptos para que los vendedores puedan continuar en su actividad, en un ambiente ordenado, limpio y seguro, y que sea lo suficientemente atractivo y accesible como para que los compradores lleguen hasta ahí. Es necesario que esto vaya acompañado de un proceso educativo para la sociedad en general, para que comprendamos y tomemos conciencia de que la ciudad es un espacio de todos, y que no puede sacrificarse u obstaculizarse a nadie por la necedad de unos cuantos o por la pereza de quienes no les da la gana ir hasta los puestos formales y prefieren comprar a los ambulantes.

Es necesario también terminar con el falso paternalismo y la victimización. El paternalismo de los que opinan que los vendedores deben seguir donde están porque tienen derecho a ganarse la vida como todos y porque no tienen otro lugar donde ir a vender sus productos. La victimización de parte de los propios vendedores que utilizan como argumento el concepto de que “son pobres” y de que no tienen otra manera de ganarse la vida.

En los reportajes de televisión es frecuente escuchar este tipo de argumentos, así como otros más incongruentes, como alguien que dijo: “nos hemos ganado el derecho a estar en las calles”. O la consabida amenaza de “si nos sacan de aquí nos vamos a tener que dedicar a robar, porque no vamos a tener trabajo”.

Entre los numerosos editoriales y reportajes que salieron publicados en días recientes en torno al desalojo de los vendedores ambulantes del centro de San Salvador, hubo un comentario en particular que me llamó la atención. Alguien opinaba que había que dejar a los vendedores donde estaban porque “así ha sido siempre”. Supongo que el comentario lo hizo alguien nacido en los 80 y que lo único que conoció de la ciudad fue eso.

Pero no. San Salvador no siempre fue así. Y aunque lo hubiera sido, ¿algo que es una costumbre debe ser pretexto para dejar todo como está, aunque la costumbre sea negativa? ¿A quién no le gustaría tener una ciudad bonita, limpia, ordenada, caminable, segura?


Los actuales esfuerzos de la Alcaldía capitalina por reordenar la ciudad son loables. Cada vez que escucho al Dr. Norman Quijano reiterar que la recuperación de la ciudad no se detendrá, quiero creerle. Ojalá que lo logre. Me encantaría que la ciudad cambiara y volviéramos a ver las fachadas restauradas y limpias de sus edificios. Que pudiéramos caminar por sus parques y que nos reencontráramos con nuestro pasado, aprendiendo y conociendo lo que aconteció alguna vez en lo que llamamos el centro histórico.

Pero estos esfuerzos se mirarán limitados y posiblemente no arrojen resultados adecuados ni duraderos, si no se trabaja en conjunto con otras instituciones gubernamentales. La recuperación del centro no debería ser (y en realidad no es) una tarea que compete estrictamente a la Alcaldía. Se debe superar el divorcio entre el Gobierno Central y la Alcaldía para promocionar un plan de rescate de la ciudad y que todas las entidades relacionadas con uno u otro aspecto de la recuperación total del centro trabajen en conjunto para que pueda llegar a ser una realidad.

El desalojo de los vendedores será bastante inútil si no viene acompañado de medidas de refuerzo. La más importante: espacios convenientes y adecuados para la reubicación de todos. Una campaña educativa e informativa que les permita asimilar el plan general de reordenamiento.

Pero además ¿qué se está haciendo o qué se va a hacer para desviar las rutas de buses del centro y evitar los congestionamientos de las horas picos y la altísima circulación de peatones para trasbordar rutas? ¿Qué se está haciendo para desmantelar las pandillas delincuenciales que operan en la zona? ¿Hay presupuesto para restaurar los edificios que son patrimonio cultural y que naufragan, abandonados a su suerte, en medio del abandono, los vendedores, los indigentes y las inclemencias del tiempo? ¿Quién está impulsando un programa educativo entre los ambulantes para que entiendan por qué no pueden seguir tomándose las calles a antojo?

Rescatar el centro de San Salvador no es tarea imposible. Es cuestión de encontrar la solución específica para nuestra realidad. Recordemos los casos de la ciudad de México, Quito, Bogotá o Lima, que tenían problemas similares y que lograron recuperar y restaurar sus respectivos centros.

Para los nostálgicos, es imposible pensar que la ciudad volverá a ser la de los años previos a la guerra. Pero eso no significa que no podamos tener un espacio público agradable que pueda combinar las necesidades comerciales, culturales, laborales y habitacionales de la ciudadanía.

Es posible que si no se aprovecha ahora el impulso del alcalde, volvamos a caer en esa modorra y en ese “dejar hacer” característico de la personalidad del salvadoreño.

Los miles de vendedores afincados en las calles y aceras de San Salvador no son más que el reflejo de las desigualdades económicas que hemos sufrido desde siempre y que se acentuaron durante la guerra. Tampoco se puede asumir que todos los ambulantes son criminales y hacen las cosas de manera oscura. Seguramente entre ellos hay también un amplio segmento que, realmente, trabaja para sacar adelante a su familia.

Pero lo que no se puede disculpar en ningún momento es la resistencia casi caprichosa de los vendedores de salir de las calles y que terminan en reacciones violentas de parte de grupos que manipulan la circunstancia tanto para causar desórdenes como para provocar destrucción en la propiedad pública y privada.


Si como sociedad estamos de acuerdo en que el centro debe ordenarse, también deberíamos abstenernos de politizar este problema. Lo importante aquí es comprender que solucionar esta situación contribuirá a aumentar la calidad de vida, tanto de los vendedores como de la ciudadanía en general.

Necesitamos un reordenamiento. Sí. Es urgente. Pero el reordenamiento no es una tarea exclusiva de la Alcaldía. No es un asunto concerniente sólo a la Alcaldía. Es algo que nos incumbe a todos.



(Para no perder la costumbre ni interrumpir el registro, esta fue la columna publicada el pasado 27 de junio 2010 en Séptimo Sentido de La Prensa Gráfica).



.