Debo comenzar diciendo que tengo una relación algo complicada con la poesía. Me gusta, pero soy exigente. Me he sobre todo concentrado en lectura de poetas ya establecidos, considerados como clásicos (antiguos o contemporáneos). Me gusta la poesía original, la que me dice algo, la que no me intenta convencer ni imponer nada. Por supuesto que no me gusta la poesía que hace el grueso de la población que se autodenomina poeta y que creen que hacer poesía es hacer malabares de palabras o escribir un texto, cortarlo a media línea y voilá, "escribí un poema".
Lo cual no quita que siempre ande "probando", buscando nuevos poetas que me emocionen y que estén haciendo cosas interesantes, intensas, locas, profundas, con sustancia. Por lo general me decepciono. Basta leer unas 4 líneas para saber si alguien es poeta (con todo el peso de la palabra), si es alguien que tiene fibra y a quien haya que seguirle la pista o si es un simple aficionado que jamás pasará de allí.
Pero a veces se lleva uno agradables sorpresas, y de pronto he descubierto a más de algún buen poeta, más de algún profundo poema y más de alguna buena colección de poesía. Que es el caso del que quiero hablar hoy.
Viaje al imperio de las ventanas cerradas es el segundo poemario publicado por Krisma Mancía, quien ganó con esta colección el I Premio de Poesía Joven La Garúa, en la categoría de autores hispanoamericanos. El concurso es organizado por La Garúa de Barcelona.
El poemario me impresionó agradablemente y me enganchó de inmediato. Me gustó (como me gustan, cuando están bien hechos), los poemarios que tienen una secuencia entre sus poemas, cuando los mismos son como escenas, capítulos de una historia, ambientaciones, detalles, micros y macros de emociones, imágenes y situaciones. Mancía utiliza como motivo literario a la Ofelia shakespereana para amarrar con ese hilo los poco más de 30 poemas de este Viaje.
Frente al mar
soy una extranjera en la ciudad prometida
con las maletas llenas de cangrejos disecados
pero en el Imperio de las Ventanas Cerradas
todo es áspero
y al salir a la calle cierro la puerta con doble llave
y trato de olvidar
a la sirena atrapada en la tubería del baño
y soy nostalgia
cuando me entrego sin dolor al abismo rutinario de las esquinas
y soy nostalgia
al cumplir con mi tarea de ser buena ciudadana.
Resulta agradable que no se utilice la frase fácil ni los juegos vacíos de palabras. Los poemas de Mancía tienen sustancia, un peso que se siente más allá de las palabras (y que es lo que, finalmente, distingue a poetas de aficionados). Sorprende también el contraste entre la madurez de estos poemas y la juventud de la autora, que no llega a los 30 años de edad.
Mancía interroga a Ofelia en sus poemas, habla con ella, le cuenta secretos, melancolías, intimidades, se vuelve Ofelia, se desdobla en ella, y finalmente pensamos que quizás ambas son la misma o que hay un intruso, un tercer personaje metido en los versos como un mirón, alguien que roba secretos, acaso el lector, acaso fantasmas cuya forma nunca conoceremos.
Una lectura recomendable para los exigentes buscadores de poesía.
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