Después de 11 semanas de leer informes de trabajo (o sea, nada literario), y 29 novelas aspirantes a ganar un concurso, lo primero que sentí necesidad urgente de hacer al terminar fue de leer un libro. O sea, leer para saborear de nuevo el gran placer de leer literatura. Tomar un libro publicado que no tuviera que leerlo con todas las alarmas encendidas, corrigiendo estilo, descubriendo valores o fortalezas, entramados o técnicas, para someterlas a un ranking de categorías en un concurso.
Tomé dos libros simultáneamente. Uno lo terminé en el aeropuerto, a la ida, porque me cambiaron de vuelo y salí un par de horas después de lo programado. El otro todavía no lo termino pero es maravilloso y muy pronto hablaré de él, quizás la próxima semana pues me falta poco para concluirlo.
El libro que terminé fue Las obras completas de Billy el Niño de Michael Ondaatje. Primera (y única) queja: ¿A quién se le ocurre traducir Billy The Kid como “Billy el Niño”? Lo siento pero Billy The Kid es The Kid aquí y en la Cochinchina.
Michael Ondaatje, para quienes todavía no han tenido el gusto de leerlo, escribió El paciente inglés, la novela sobre la cual se basó la famosa película.
En Las obras completas..., Ondaatje hace un recuento peculiar sobre la vida del famoso bandido. Una especie de aproximación biográfica que combina varios géneros: poesía, prosa, entrevistas, declaraciones de quienes lo conocieron e incluso algunas fotografías y dibujos que ilustran pasajes y momentos de la vida de Billy The Kid. Difícil encasillarla o definirla, imposible llamarla novela o cuentos o poemas. Pero eso es precisamente lo que más me gusta de este libro, su indefinición y por ende, su carácter experimental, rompedor de esquemas. El autor escribe la historia utilizando los recursos estilísticos que mejor le permiten abarcar su trama.
No creo que haya que ser ni conocedor ni admirador del personaje para gustar este libro tan delicadamente escrito. Y me parece espectacular que la crudeza de la vida del oeste pueda ser descrita de una manera tan exquisita como lo hace el autor. Ondaatje nos aproxima, sin duda, al lado humano y solitario del personaje. Sus relaciones, la persecución que de él hace Pat Garrett, detalles de vida que, reales o no, contribuyen a la formación del mito del pistolero que, con apenas veintiún años de vida, se convirtió en una leyenda de la que se escribe y habla aún en nuestros tiempos.
Si quiere leer las primeras páginas de este libro, entre aquí.
miércoles, octubre 22, 2008
Las obras completas de Billy el Niño, Michael Ondaatje
martes, octubre 21, 2008
Ya llegué de donde andaba...
¿A dónde estaba? En Panamá.
¿Qué andaba haciendo? Fui jurado de la sección novela del Premio Nacional de Literatura Ricardo Miró, que se otorga cada año en diferentes géneros narrativos.
¿De cuánto es la bolsa de dicho premio? 15 mil dólares en cada género.
¿Quién organiza? El INAC (Instituto Nacional de Cultura de Panamá).
¿Resultado de la experiencia como jurado? Es la primera vez que soy jurado en algún concurso. Aunque ya se me había pedido en otras ocasiones, no había aceptado por motivos que ahora no recuerdo. Al fin me animé a hacerlo. Fue un poco de locura de parte mía haberlo hecho. Lo digo en buen ánimo. Estaba con una cantidad de trabajo realmente abrumadora en ese período y aceptar esto implicó invertir absolutamente cualquier segundo desocupado para leer las 29 novelas que compitieron. Por esos días fue cuando dije que no iba a postear por acá tan seguido. Me tocó leer las 29 novelas en 11 semanas, que fue el tiempo que tuve entre que las recibí y la fecha del viaje. Casi todas las novelas pasaban de las 200-250 páginas, unas alcanzaban casi las 300.
La variedad de calidades (desde textos muy pero muy malos hasta otros bastante buenos), me sirvió en muchos sentido como para repasar mi propio recorrido de escritura, para reflexionar sobre el oficio, sobre los elementos de la novela, sobre algunos errores comunes que se cometen al intentar escribir una novela y finalmente para tener una mínima visión de los temas que predominan en un país como Panamá.
Me llamó la atención, por ejemplo, el uso bastante frecuente de la 2ª. persona como narrador; narraciones que comenzaban en otros países (muchos de ellos durante la 2ª. Guerra Mundial u otros conflictos bélicos), para terminar en Panamá; la ausencia total de lo que podríamos llamar “novela urbana”; la recurrencia del tema vernáculo; el uso de las historias paralelas como recurso narrativo; la ausencia total de toda forma de experimentación con el texto.
Finalmente, la novela ganadora nos gustó a los 3 jurados y no nos tomó demasiado tiempo ponernos de acuerdo, aunque no dejamos de discutir algunas otras que tenían sus méritos pero que, frente a la que ganó, se miraban con deficiencias. Tuvimos la impresión de que los participantes no reposaron sus novelas, es decir, las escribieron para el concurso y no dejaron sus textos reposar un buen par de años, que es el tiempo promedio que puede tomar componer una novela hasta su término final.
Espero un día de estos dedicar una entrada especial para hablar sobre los errores comunes que cometemos al intentar escribir una novela. Errores como ser discursivos intentando convencer al lector de algo o el abuso de adjetivos o de sinónimos rebuscados.
En fin, una experiencia muy interesante para mí en muchos aspectos.
¿Y los panameños? Espléndidos. Nos trataron como reyes (a todos los jurados).