miércoles, abril 05, 2006

El síndrome "Código DaVinci"

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Estoy desconcertada luego de leer un artículo en El Cultural de España, llamado "Genuino sabor americano". En el artículo, varios editores dicen "haber vuelto al tipo de edición de antes", en que se aconsejaba a los autores sobre cambios y cortes en sus novelas. Lo lamentable es que esto no es realmente con el fin de mejorar un libro que puede estar medio cojo en algunas páginas, sino estrictamente en la retorcida obsesión de buscar un bestseller, y hoy en día, tanto peor, lo que los editores buscan es a un autor primerizo en el cual invertir y que logre las monstruosas cantidades vendidas por El Código DaVinci de Dan Brown.

Si el artículo se llama "Genuino sabor americano", es porque los editores consultados argumentan que así trabajan los editores de los USA, otorgando sustanciosos adelantos monetarios sobre la próxima novela de un autor que "ha pegado" a nivel de ventas y supuestamente, leyendo la obra y trabajando hombro a hombro con el autor para (según ellos) mejorarla.



Yo tengo algo de problemas con esa intervención de los editores en algún libro. No me parece mal si el editor es un ilustrado en literatura, un buen lector, un conocedor, ojalá un buen escritor él mismo, y me haga observaciones pertinentes en referencia a eventuales fallas que pueda tener un libro. Si en la página 25 se dijo que el hombre salió por la puerta de la cocina, pero en la página 76 resulta que para describir la misma escena, el hombre salió por la puerta principal, es obvio que hay que corregir esas inconsistencias. O si hay una parte del texto que por algún motivo resulta largo o reitera la misma idea demasiado, cortar un par de páginas o párrafos tendrá que tomarse en consideración. Lo malo es que por lo general, muchos de los editores hoy en día son expertos en cualquier cosa, menos en literatura (varios de ellos no leen libros, me consta).

Pero por otro lado, me pregunto por qué un editor acepta publicar un libro, para luego machetearlo, cambiar el título, cambiar el nombre de algún personaje u otro tipo de cambios que de algún modo tocan e inciden en la idea inicial del autor y en su proceso creativo. Eso es un poco como los que compran una casa y botan todas sus paredes para volverla a construir.

Está más que claro. Las editoriales están cada día más lejos de la literatura y más cerca de gerentes de ventas, tablas numéricas dolarizadas, proyecciones de ventas y esas cosas tan, pero tan ajenas a la esencia del oficio del escritor. Intervenir tanto en la obra de un autor me parece, por una parte, irrespetarlo y por otra, un desconocimiento de los procesos creativos. Hay algunos libros que están armados de tal manera que cambiar una escena o modificar algún personaje, significa tocar el resto de capítulos o personajes o escenas. Me suena esa actitud un poco a "niño, hiciste mal la tarea, hay que volverla a hacer completa". De lo cual tampoco hay que sorprenderse: la relación entre escritores y editores hoy en día es bastante perversa. Muchos editores tratan a los escritores como si les estuvieran haciendo un inmenso favor al publicarles y los tratan como empleadillos de octava, que deberían estar agradecidos y besar por siempre manos, pies y otras partes del cuerpo del editor que no mencionaré.

Lo crítico es que los que comienzan a escribir, los jóvenes que ahora comienzan a interesarse en literatura y que juguetean con la idea de ser escritores, no están pensando en contar historias, en experimentar con lenguaje o estructuras, en escribir de madrugada, de noche y en cualquier momento que se pueda. Quieren ser un Dan Brown. Quieren ganarse un gran premio. Quieren salir en el periódico y hacer giras de autor. Quieren escribir un libro rápido, fácil, y que venda millones, hacer fortuna fácil, codearse con "los grandes". Quieren o querrán ser "escritores famosos" pero no "hacer literatura". Que son dos cosas supremamente diferentes.

Por lo menos los editores españoles tienen su juego bien claro puesto cartas arriba sobre la mesa. Mientras tanto, en otro lugar del bosque, se espera el veredicto del juicio por supuesto hurto de ideas de Dan Brown a los autores de otro libro que plantea que Jesús y la Magdalena se casaron y tuvieron descendencia. Un juicio propagandístico, a mi modo de ver, porque el libro de los ofendidos está publicado en la misma editorial, no ha tenido nada de fortuna comercial (ahora, claro, la tendrá) y porque, aunque no conozco al dedillo los intrínculis del juicio, el planteamiento de los demandantes me parece absurdo. O sea, no base una novela en las ideas de Freud, de Darwin, de Nietzche ni de nadie. Vaya a ser los herederos lo demanden, por copión.


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