sábado, octubre 11, 2008

Ne me quitte pas, Jacques Brel

El pasado jueves el cantante de origen belga Jacques Brel, cumplió 30 años de fallecido. No cabe duda que la canción que le dio mayor fama fue “Ne me quitte pas”, a mi juicio la canción de amor más trágica, desesperada, conmovedora y desgarradora jamás escrita. Una canción, que, debo decirlo, invariablemente me saca el llanto (no lágrimas, llanto), y que me deja en un estado de melancolía profundo que dura días, porque me parte el alma.

Brel solía decir que no se trata de una canción de amor, sino una “chanson de lacheté”, de cobardía, de falta de coraje. Brel escribió esta canción al momento de separarse de Suzanne Gabriello, quien estaba embarazada y abortó luego de que él rehusara dicha paternidad.

Entonces, la cobardía de no amar, de no asumir el reto del amor, separarse para luego reconocer el vacío e intentar regresar o recuperar al ser amado, cuando ya es demasiado tarde, cuando ya todo está irremediablemente perdido.

No tener el coraje para salvar el amor, he ahí la cobardía. Y la tragedia que cuenta la letra de esta canción (“te contaré/la historia de un rey/que murió por no poder encontrarte”), y la desesperación (“no me dejes”) y el desgarro (“Ya no lloraré más/ya no hablaré más/me ocultaré por ahí/a verte bailar y sonreír/a escucharte cantar y además reír/permite que me convierta/en la sombra de tu sombra/en la sombra de tu mano/en la sombra de tu perro/no me dejes, no me dejes, no me dejes, no me dejes...”).



“Permite que me convierta en la sombra de tu perro”... voy por los kleenex.





viernes, octubre 10, 2008

Recomendaciones

-Siguiente página tiene a disposición para firmas un comunicado en favor del periodista nicaragüense Carlos Fernando Chamorro, el más reciente blanco de los desmanes del régimen Ortega-Murillo.



-Carátula 26 está en la red. En la sección de narrativa hay un avance de la nueva novela de Carlos Fuentes, La voluntad y la fortuna.



-Para investigadores e interesados, la Universidad de Princeton tiene a disposición los archivos de Sergio Ramírez para consulta. Una relación del material disponible está aquí.



-Y para conmemorar el 20 aniversario del disco Watermark de Enya, nos receto "Orinoco Flow".



En el salón de belleza

Millie'sBeautySalon.jpgÉl, estilista colombiano, 6 años de vivir en Costa Rica.

Ella, salvadoreña, 3 años y 9 meses de vivir en Costa Rica.

En el momento del peinado, él le pregunta si quiere que le corte el pelo. Ella dice que no, que se lo cortó la vez pasada.

-Por cierto –comenta ella–, gustó mucho el corte que me hiciste.

-¿Ah sí? –exclama orgulloso el estilista–.

–Sí –dice ella– lo que pasa es que estuve en El Salvador, y como tenía más de un año de no ir, no me habían visto con el pelo así. A varia gente le gustó el corte.


Y él, ay qué bueno que fuiste, ¿y cuánto tiempo estuviste?, y ella le da detalles.

Entonces él pregunta ¿y no te dieron ganas de quedarte?

Y ella responde, apesadumbrada, ¡¡¡ayyyy, síiiiiii!!! Se me hizo difícil volver, quería quedarme allá con mis amigos...

Y él, a mí me pasa igual. Vieras que yo estoy con un gran dilema en mi vida, si quedarme o irme.

Y ella, ay, yo igual.

Y él, es que uno como que nunca se termina de adaptar, ¿verdad?

Ella, pues no, yo por lo menos sigo sintiéndome extraña. Y por lo demás, siento que la vida sólo es trabajo y trabajo y nunca progreso.

Él, en efecto, trabaja uno todo el día y todos los días y ni rico se hace uno, si por lo menos eso. Yo estoy igual que allá, no mejora mi situación.

Ella, yo pienso que si por lo menos uno mejorara, valiera la pena el sacrificio, pero para estar igual que estábamos allá, es mejor regresarse, porque por lo menos allá está uno con su gente, en su país, comiendo su comida...


Él asiente.

Ambos se quedan callados largo rato. Cada quién pensando en su terruño.

lunes, octubre 06, 2008

Apuntes en mi moleskine mientras veo 2001, A Space Odyssey de Kubrick<

2001baby.jpg



En “The Dawn of Man”, cuando nuestros ancestros simiescos descubren que pueden tomar algo, y con ello, golpear.

El hombre descubre la violencia. Y el acto de matar.

La herramienta, the weapon of choice, puede ser cualquier cosa. Una piedra, un hueso, una quijada de asno.

Matar le puede servir para dos fines: alimentar o vencer a sus enemigos. Luego, matar cobrará otras categorías: desahogar furias, demostrar poder, causar miedo.



Los otros, los que aún no descubrieron el acto de matar, miran con espanto cómo uno de los suyos cae, no se mueve más. Está muerto. Aprenderán por el ejemplo. Matarán también, tarde o temprano.

Más adelante, mucho más adelante, el hombre descubrirá que las palabras también hieren. Y hasta matan. Simultáneamente descubrirá que el silencio o el no decir también es hiriente, asesino, doloroso.



Las naves espaciales flotando en el espacio. Tan reales.

El espacio, la soledad.

Y si no fuera por la música, el silencio.

El infinito, angustiante silencio.



La limpieza de la estructura y las naves.


La respiración del capitán Dave Bowman en su traje espacial.

El zumbido del traje mientras sale a inspeccionar la nave.

Zumbidos, respiraciones. Seguramente también el palpitar del propio corazón. Sus únicas compañías.




Júpiter y más allá del infinito:

Entrar al monolito: “Oh my God, it’s full of stars!”

(Me resulta un enigma por qué Kubrick suprimió la frase del guión. Una frase que no sabemos existe sino en el libro y en la patética seguidilla, 2010, tan alejada del espíritu visual y emocional de 2001).



La angustia visual, en colores, sonidos, formas y velocidad, del interior del monolito.



Arribar, ¿o despertar?, en un cuarto, donde Bowman es él pero es otro. Donde es él mismo pero es más viejo, donde envejece pero es un feto, donde es un anciano pero renace, donde es el astronauta pero a la vez, un hombre solitario en un lugar silencioso donde el tiempo transcurre en saltos cuánticos: una vida transcurre en un minuto, edades geológicas duran un pestañeo, la decrepitud del humano dura lo mismo que la podredumbre de la fruta.

Bowman realiza una secuencia de movimientos y actos, pero cada movimiento sucede en otra era, en otro tiempo, aunque la secuencia sea continua. Y en un espacio donde la Inteligencia Superior (¿Dios? ¿otros seres inteligentes que pueblan el Universo?), hace que mire aquello con los referentes conocidos de su pequeño, patético mundo.

¿Y dónde está ese mundo? ¿Existió? ¿Quedó atrás? ¿Es el mundo “real”? ¿Qué es lo "real"? ¿Dónde está "lo real"?

¿Está vivo? ¿Está muerto? ¿Sueña? ¿Recuerda? ¿Imagina? ¿Delira? ¿Agoniza? ¿Recapitula? ¿Es lo que los tibetanos llaman “el Bardo” u otros “el Limbo”?



Bowman vuelve al estado inicial. Al feto. Al renacuajo encerrado en una burbuja. Una burbuja tan grande como el planeta. Y que flota en el espacio.

El hombre muere y antes de renacer, se le permite ver el Universo. Es su viaje a la semilla.


Viajar es morir. Partir es morir.

Llegar es renacer. Continuar, aprender.

La vida como un viaje.

La muerte como un viaje espacial. Auténticamente.

El viaje infinito.



La muerte, entonces, es volver con los ojos abiertos a la matriz del Universo, donde todo se mira claro por primera, quizás por única y por última vez.



Luego vendrá la vida. De nuevo.

Y todo recomienza. Continúa. Termina. Vuelve a empezar.


La eterna rueda del Samsara.