jueves, junio 10, 2010

"Discurso en el depósito de objetos perdidos", Wislawa Szymborska

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Perdí algunas diosas en el camino de sur a norte,

y también muchos dioses en el camino de este a oeste.

Se me apagaron para siempre un par de estrellas, ábrete cielo.

Se me hundió en el mar una isla, otra.


Ni siquiera sé exactamente dónde dejé las garras,

quién trae mi piel, quién vive en mi concha.

Mis hermanos murieron cuando me arrastré a la orilla

y sólo algún huesito celebra en mí ese aniversario.

Salté de mi pellejo, perdí vértebras y piernas,

me alejé de mis sentidos muchísimas veces.

Desde hace mucho cerré mi tercer ojo ante todo esto,

me despedí de todo con la aleta, me encogí de ramas.



Se esfumó, se perdió, se dispersó a los cuatro vientos.

Yo misma me sorprendo de mí misma, de lo poco que quedó

de mí:

un individuo aislado, del género humano por ahora,

que sólo perdió su paraguas ayer en el tranvía.



(De Si acaso, 1978, versión de Gerardo Beltrán).



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martes, junio 08, 2010

Escribir y amar

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Cada vez que comienzo a escribir un libro, siento como si fuera la primera vez. Y de hecho lo es. Cada libro es nuevo, único, diferente. Cada libro es el primer libro. Cada libro encierra la emoción, las dudas, el aprendizaje de la primera vez. La incertidumbre del resultado, de la duración, de los problemas que vendrán.

Y de pronto pienso que así debería ser con el ser que se ama también. Que cada encuentro, cada mirada, cada frase dicha debería decirse con la nerviosa emoción de las primeras veces, cuando uno no sabe si el otro le corresponde, cuando uno quiere pero también teme, cuando se ansía el encuentro o el estar a solas con la persona, cuando uno imagina conversaciones, besos y otras cosas...

Guardar siempre esa pureza, ese asombro (ante la pareja y ante la literatura).

Escribir y amar son pasiones emparentadas, semejantes.
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