jueves, junio 26, 2008

La noche de la presentación

...


...

La pregunta más frecuente que he respondido en los últimos días ha sido “¿como te sentís?”, esto en referencia a la salida de mi más reciente libro y a su presentación. A todos les di la misma respuesta: que me sentía como una niña pequeña, una niña a la que recién le regalaron un juguete nuevo y lo tiene entre sus manos, shiny and new, y lo mira y lo mira y casi que no quiere jugar con él de tan bonito que está.

También me sentía como si fuera la primera vez de publicar un libro. Con un ánimo y una ilusión absolutamente inocente, y éste último sentimiento me sorprendió porque es el octavo libro publicado, amén de las más de 20 antologías que han recogido alguno de mis textos. Es, por supuesto, una primera vez en varios aspectos: es mi primer libro publicado en Costa Rica y mi primer libro publicado en 5 años. Pero qué bueno también que uno todavía pueda sentir ilusión de publicar un libro.

Como en esos 5 años han pasado muchas cosas que me han tenido voluntaria e involuntariamente alejada del “mundo del espectáculo”, tenía además una expectativa nerviosa rica acerca del día de la presentación, que se dio anoche en la Feria del Libro.

Me llegué algo temprano para ver algo de libros (y prometo para mañana un comentario sobre la feria en sí), pero entonces me encontré con una amiga que tenía ratos de no ver y ya no nos separamos hasta horas después. Cafés, saludos con otros amigos y conocidos, plática previa con los presentadores para organizar un poco la velada, y luego... ¡a los leones!


Óscar Castillo, editor de Uruk, aprovechó la circunstancia para anunciar algo que yo ya sabía, pero que no tenía autorización para decir antes, y que fue por cierto el anzuelo con el que me pescó Uruk: esta editorial se ha propuesto, no sólo abrir sus puertas a publicarle a autores centroamericanos, sino a zanjar uno de los principales problemas y de las más amargas quejas que tenemos siempre del libro en Centro América y es lo referente a la distribución en la misma región.

Uruk ha formalizado un arreglo de distribución de sus libros a través de la red del Fondo de Cultura Económica de México (que ya tiene toda una red de librerías y distribuidores con los que trabaja), e incluirá entre los libros que promueva, los de esta pequeña pero visionaria editorial costarricense. La distribución abarca desde México hasta Colombia, incluyendo por supuesto todos los países de C.A.




Cuando Óscar me hablo inicialmente de su idea y proyecto, me gustó, lo apoyé, lo aplaudí, pero siempre he creído que cuando se da una circunstancia como esta, el apoyo militante es mejor que las palabras. De ahí que me animara a salir de mi silencio de publicaciones, de una época de años en que dudé mucho si volver a publicar o no. Pero me pareció importante apoyar esta iniciativa con una apuesta práctica. Así saqué al “diablito”, como llamo cariñosamente a El Diablo sabe mi nombre, de la gaveta. Y estoy cada día más convencida que esta apuesta valdrá la pena, no sólo para mí, sino para los escritores y lectores de la región.

En esto, Uruk se lanza como una pionera en un campo bastante virgen. Y ojalá pronto más editoriales tomen conciencia de lo necesario que es regionalizar el libro centroamericano.

Después de este anuncio, cuya importancia creo que fue poco captada por los presentes, pasamos propiamente a la presentación de mi libro. Habíamos acordado un conversatorio, preguntas y respuestas sobre los cuentos, con Anacristina Rossi y Manuel Bermúdez.

Como siempre me ocurre en estos eventos, los comentarios de los lectores, cuya opinión realmente no conocí hasta el momento de estar con el micrófono enfrente, me sorprendió por detalles y coincidencias que ellos encuentran en los textos, simbolos, influencias... me fue curioso que ambos coincidieran en que había un dejo cortazariano en los cuentos, pero también de Ray Bradbury y de Reinaldo Arenas (sobre todo de Celestino antes del alba)... ahora que lo pienso, Celestino (que es mi libro favorito de Arenas), lo leí después de haber escrito el libro, pero eso me ha pasado más de una vez, como cuando Cuentos Sucios, que me dijeron tenía una influencia de Quentin Tarantino. Y no vi películas de Tarantino hasta años después de haber escrito esos otros cuentos.


La participación del público fue poca, debido a que el libro recién salió a la venta y muy pocas personas lo han leído. Sin embargo espero que los muy generosos comentarios de quienes estuvieron en la mesa conmigo hayan incitado a la curiosidad de los presentes (unas 40 personas), a leerlo.

No faltó la representación salvadoreña. Mi queridísimo amigo Manlio Argueta, Salvador Vaquerano, Rafael Menjívar Ochoa y Roberto Laínez estuvieron presentes; además se acercaron a saludarme un par de muchachas con padres salvadoreños. Y también conocí a un par de amigos blogueros, con los que hemos intercambiado correos y opiniones a través de nuestros blogs.

Créanme que estoy contenta, y sobre todo muy sorprendida de los comentarios tan positivos del mismo. Porque siempre pasa que alguien te dice “me gustó el libro pero...”, y con éste es la primera vez que eso no ha ocurrido, hasta ahora. Seguramente habrá a quien no le guste, o alguien a quien le escandalice el tratamiento de algunos temas. Pero no me esperaba comentarios tan positivos (como que es "mi mejor libro de cuentos"), de un libro del que siempre tuve algo de dudas, pero que como pasó guardado tantos años, también pasó cualquier ataque febril de correcciones mío.

En fin, si la publicación del libro es como un parto, la presentación del libro es como la presentación del hijo en el templo. Ahí está ya para ustedes mi diablito. Trátenlo bien. Léanlo, explórenlo, conózcanlo. Y lo mejor, cuénteme que les pareció.

En cuanto pase el alboroto de la feria, estaremos organizando las demás presentaciones, la venta en internet, les daré listas de librerías, etc. Paciencia, que en eso estamos.

Y gracias a todos los que hicieron de anoche, una noche muy especial con su presencia y comentarios.

martes, junio 24, 2008

Invitación

La invitación está hecha... ¡los espero!




lunes, junio 23, 2008

De canillitas, periódicos y nostalgias: el cierre de la Revista Dominical

1488810_0.jpgYa mencioné alguna vez que los periódicos fueron buena parte de mi incentivo y mi campo de aprendizaje para la lectura. La Prensa Gráfica era llevada todas las mañanas, infaltable, a eso de las 6 o 6 y media, por un señor muy viejito, flaco y que parecía eterno e incambiable, que durante mis primeros 18 años de vida, siempre llegó y jamás, salvo quizás una o dos veces, dejó de llevar el periódico. Cómo lo logró, me es un misterio.

El viejito iba personalmente hasta San Salvador a buscar el diario a LPG y luego regresaba a Los Planes de Renderos a repartirlo en las casas que ya lo teníamos encargado. Si se atrasaba lo extrañábamos y cuando por fin llegaba le preguntábamos qué había pasado. A veces se atrasaban en La Prensa, otras había derrumbes en la carretera por las lluvias. Pero el señor del periódico parecía invencible y su tarea de repartir el diario lo más pronto posible en nuestras casas parecía una cuestión de honor personal que él se tomaba muy a pecho.

Tenía además la delicadeza de que los sábados o domingos, en que nos levantábamos un poco más tarde, nada más dejaba trabado el periódico en alguno de los colochos de la decoración de hierro del zaguán de la entrada.


Muchas veces era yo la que salía corriendo a recibir el periódico cuando escuchaba el timbre por las mañanas. Jamás hablamos mucho con aquel señor, cuyo nombre ahora se me hace imposible recordar. Y hasta me recorre la cruel sospecha de que, en realidad, quizás nunca supimos su nombre y que era, simplemente, “el viejito del periódico” o “el canillita” (como se llamaba popularmente antes en El Salvador a los vendedores ambulantes de periódicos; la palabra venía de “canilla”, pierna, porque los canillitas, bueno “volaban pierna” para vender los diarios).




Cuando mi padre preguntaba por “el canillita” de la casa me daba algo de risa, porque el término, aunque utilizado para vendedores de cualquier edad, era sobre todo asociado a niños que solían vender los diarios en las esquinas de los semáforos en San Salvador, antes que fuera el caos que es ahora. Hablo de los años 60 y 70. Casi que los únicos vendedores que se miraban eran ésos, los canillitas, repartidos en los semáforos estratégicos de la ciudad y donde el conductor ya tenía su favorito. Los canillitas voceaban los periódicos que vendían y el conductor les hacía una seña, un pitazo y los niños venían corriendo a tu carro. En la acera, por lo general, podía haber otro niño, o algún adulto, con una pila de periódicos que servían para recargar el montón que el canillita llevaba enrollados debajo de su brazo.

Por las mañanas, la venta era de LPG y El Diario de Hoy. Por las tardes eran El Mundo y El Diario Latino. Mi padre tenía alguna obsesión por los periódicos porque compraba los 4 todos los santos días (menos el domingo en que no salían los vespertinos), y nos llenábamos de una cantidad de papel indecible. Claro, el papel era utilizado para muchas cosas en casa: para acomodarles nidos a las gallinas y a las patas ponedoras; para servir de alfombra bajo las estacas de nuestros dos pericos y recoger su cuita y desperdicios de comida; para envolver la fruta que venían de la finca y madurarla, para forrar prácticamente cualquier cosa... también recuerdo que en el colegio nos hacían trabajar mucho con papel maché, para lo cual el periódico era lo mejor. Pero siempre acumulábamos tanto que se lo terminábamos vendiendo a otra viejita, la niña Paula, una señora de Panchimalco que nos vendía “huevos de amor” y que compraba la fruta de nuestra finca para venderla de puerta en puerta.

El anuncio ayer de que se cierra la Revista Dominical de LPG me llevó indiscutiblemente en un intenso viaje por el tiempo, donde el mencionado suplemento tuvo una presencia semanal incuestionable en mi casa.


De mis lecturas de periódico, recuerdo con nostalgia la de los domingos, por la variedad de cosas que traía para leer. Desde los “muñequitos” (o comics), con Dick Tracy, El Fantasma y El Príncipe Valiente, pasando por la propia Revista y el estelar reportaje criminal (un reportaje de una página sobre algún crimen, por lo general no resuelto, ocurrido en los USA o en Gran Bretaña), la lectura del periódico dominical llegó a ser parte de nuestra rutina de familia y el espacio para comentarios.

La Revista Dominical se cierra después de medio siglo de publicación. Si era un buen o mal suplemento, no me corresponde decirlo, sobre todo porque no podría ser objetiva ante un juicio semejante. Para mí, la Revista Dominical era una tradición, una parte de casi toda mi vida, algo que seguí leyendo incluso no estando en el país, porque mi padre nunca dejó de mandarme recortes de la misma a cualquier parte del mundo donde yo anduviera y porque luego, con el advenimiento de internet, se convirtió de nuevo en una de mis costumbres de domingo: café y la Revista Dominical.

También cierra Enfoques, pero (sin despreciar), su presencia no tuvo para mí el impacto que tuvo la Revista Dominical, uno de mis primeros “silabarios” para practicar la entonces recién adquirida habilidad de la lectura. Su mínima sección literaria me hizo soñar con ser escritora y con ver algún día algo mío publicado en dichas páginas (algo que nunca ocurrió, porque con los años, dicha sección fue eliminada).


La Revista Dominical cerró ayer con un repaso de varias de sus portadas, algunas que recuerdo nítidamente, como la que ilustra este post. La recuerdo bien porque traía un collie, una de mis razas favoritas de perro, pero que además fue significativa porque fue la primera portada full color, aparecida el 7 de enero de 1979.

Todo cambia, todo pasa y todo perece. El mundo sigue girando. Se cierra un capítulo de la vida de muchos salvadoreños. El cierre me da una profunda nostalgia. Un detalle pequeño de mi vida que fue, que es, no exagero, un pedazo de mi identidad nacional. Es un poco como perder parte de ese país en el que me crié y que ahora me ofrece un rostro tan diferente, nuevo y extraño. Un rostro tan cambiante con el que a veces, me cuesta identificarme.

A partir de la próxima semana comienza un nuevo proyecto. Y ya en su momento, hablaré también de eso.