Hay varios elementos que hacen de District 9 (en español titulada Sector 9), una película novedosa e inesperada en el tratamiento de un tema que ya parece quemado en cuanto a la narrativa (literaria o fílmica) de la ciencia ficción: la llegada de extraterrestres al planeta tierra.
Por lo general, en las películas que hemos visto al respecto, se repiten los mismos elementos: extraterrestres agresivos con ansias de conquistar y destruir al planeta, que arriban en alguna ciudad de los USA, preferiblemente Nueva York o Washington, científicos y héroes militares o policiales que se meten a detener las agresiones alienígenas (mientras simultáneamente se destruyen ciudades como Paris y Moscú), y finalmente, el planeta salvado gracias al heroísmo gringo, y el héroe que ni siquiera se despeina ni suda.
Pero District 9 nos da la vuelta a todo el asunto. Y nos plantea la siguiente historia: una nave espacial inmensa se estaciona sobre la ciudad de Johanesburgo, Sudáfrica, y permanece ahí. Los humanos deciden entrar a ver qué pasa y se encuentran con una gran población de seres a los que, por mal nombre, llaman “langostinos”, por su aspecto similar al mencionado crustáceo (otra ruptura con la imagen clásica del ET gris, cabezón y de inmensos ojos u otros de formas francamente monstruosas y asquerosas).
Se llevan a todos los langostinos a vivir en un sector de la ciudad, o mejor dicho, un guetto especialmente organizado para ellos; pero luego de 20 años, la población está harta de ciertos aspectos que han hecho la convivencia entre humanos y langostinos, muy complicada. Los langostinos son acusados de causar desórdenes, guardar armas, reproducirse con demasiada rapidez y demás detalles. Una institución creada especialmente para la convivencia con estos seres es ordenada para realizar un desalojo y llevarse a los langostinos fuera de la ciudad. Que es donde comienzan los problemas.
Sin actores conocidos ni guapos ni mujeres de pechugas inquietantes, el espectador no tiene ninguna distracción para concentrarse en todos los planteamientos de la historia. Contada en forma de documental, con escenas de cámara a veces rápida, otras movida, como cintas sin edición, los datos que poco a poco vamos conociendo y que nos ubican dentro de lo complicado y delicado de toda aquella situación nos van guiando hacia la historia que, como dije, rompe todo el esquema al que ya estamos acostumbrados con esta temática.
Me llamó la atención que ubicada en la misma Johanesburgo, sin olvidar el apartheid, sean los mismos habitantes negros los primeros en desear que los langostinos se vayan o se mueran. La xenofobia y la discriminación, que no son más que la manifestación del miedo por el otro cuando es diferente, son parte de los temas planteados dentro de la historia.
Por lo demás, hay claros guiños a otras películas conocidas. Las dimensiones y la forma de la nave recuerdan a Encuentros cercanos del tercer tipo. El estilo tipo documental recuerda a Witch Blair Project.
La película ha tomado por sorpresa al mundo del cine y ha sido muy bien recibida en todos los lugares donde se ha exhibido. Producida con un bajo presupuesto (bueno, 35 millones de dólares es poco si se compara con los cientos de millones que utiliza Hollywood para este mismo tipo de temáticas...), es la primera película del director surafricano Neill Blomkamp. Precisamente el recurso limitado para producirla es otro de los elementos que se le pueden agradecer y añadir a la originalidad de esta historia y de cómo es contada. Nada de efectos estrambóticos ni majestuosos. El ambiente sucio, real, el manejo del concepto de documental, salpicado de testimonios “reales” y de escenas de noticieros filmando en tiempo real los hechos le otorga riqueza narrativa.
Lo cual viene a confirmar que siempre hay maneras nuevas de contar una historia ya contada. No se la pierda si es seguidor de este género. Tendrá una muy agradable sorpresa.
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