En los últimos días de julio, en el marco de la Feria Internacional del Libro de Guatemala (FILGUA), cuatro escritores salvadoreños presentamos tres novelas y un libro de cuentos.
Rafael Menjívar Ochoa presentó Trece, Vanessa Núñez Handal, Los locos mueren de viejos y Jorge Galán El sueño de Mariana (de la cual esta misma revista presentó un generoso avance hace un par de semanas). Todas fueron publicadas en la guatemalteca F&G editores, uno de los sellos más consolidados de la región y que comienza a proyectarse internacionalmente.
Yo presenté mi libro de cuentos El Diablo sabe mi nombre, publicado en Costa Rica por Uruk Editores, un pequeño sello independiente que ha firmado un visionario acuerdo con Fondo de Cultura Económica para utilizar su estructura y poder distribuir sus ediciones en toda la región.
A esta lista de salvadoreños publicando fuera del país podemos agregar a Horacio Castellanos Moya, Claudia Hernández (quien ha publicado en Guatemala también) y Róger Lindo quien publicó su excelente primera novela El perro en la niebla, en una editorial de España.
Esta lista creciente de salvadoreños que publicamos en el exterior, si bien es motivo de celebración, debe servir también como un espacio de reflexión. Porque lo cierto es que detrás de esto hay una verdad contundente: si no publicáramos nuestros libros fuera del país, ya no publicaríamos nada. ¿Por qué? Pues porque en El Salvador, simple y sencillamente, no hay espacios de publicación.
Desde hace demasiados años el sector editorial salvadoreño está tan deprimido, que muchos de los escritores nacionales han optado por la auto publicación como único recurso para dar a conocer su trabajo.
Una de las editoriales que casi a marcha forzada publica algunos pocos títulos al año es la Dirección de Publicaciones e Impresos de Concultura, la cual se ha enfocado en autores noveles a través de la serie “Nueva palabra”, pero que ha descuidado la continuidad de otras de sus colecciones importantes, como “Ficciones” o la colección de poesía.
Clásicos Roxil, hasta donde sé, continúa con su línea de libros de texto y quizás algún que otro título nuevo del cual a duras penas nos damos cuenta. Y creo que ahí se para de contar en cuanto a publicaciones de ficción de autores nacionales.
Desafortunadamente siempre que se toca el tema, los editores o los involucrados en esta área se ponen a la defensiva y para justificar la escasa producción editorial recurren al trillado pretexto de que “en El Salvador no se lee”. A este problema se agregan la falta de distribución y de difusión de la obra nacional.
Por desgracia da la impresión de que hay una actitud de cruzar los brazos y de no empeñar ni el mínimo esfuerzo para dar a conocer el libro salvadoreño, dentro ni mucho menos fuera del país, como si eso no valiera la pena hacerse. Y daré dos ejemplos.
En la Feria Internacional del Libro de Costa Rica, celebrada a fines de junio de este año, se instaló un pabellón centroamericano, para resaltar las publicaciones de cada uno de nuestros países. Pero la Cámara Salvadoreña del Libro hizo algo que me resulta enigmático: llevó libros solamente en exhibición. Peor aún, varios de los libros no fueron facilitados por las editoriales sino que pertenecían a bibliotecas personales de dos o tres personas que generosamente los prestaron.
En la FILGUA (que se está proyectando como la feria del libro más importante de Centro América), no hubo representación de ninguna editorial salvadoreña, a excepción de UCA Editores. La Cámara Salvadoreña del Libro brilló por su ausencia.
Que se desaprovechen vitrinas de gran público como las ferias del libro o que no se publique literatura en El Salvador, me parece el reflejo de una falta de visión de las instituciones salvadoreñas, incluida la empresa privada. Si bien publicar libros no es una actividad tan lucrativa como lo es vender pollo frito o hamburguesas, invertir en la cultura de un país consolida un capital humano con valores morales y estéticos que buena falta nos hacen.
Estoy segura de que en El Salvador hay suficiente dinero como para fundar una editorial que se dedicara a publicar, de manera consistente, novelas, cuentos, poesía y toda la abundante cantidad de literatura salvadoreña que se produce actualmente. Si lo han logrado otros países de la región, ¿por qué no nosotros?
Supongo que la Cámara Salvadoreña del Libro podrá emitir explicaciones para justificar su ausencia y/o asistencia a ferias del libro para sólo exhibir libros prestados; los escasos editores que subsisten tendrán también su lista de motivos por los cuales tienen cerrada la publicación de autores salvadoreños.
No puedo evitar pensar que el problema de fondo es que falta interés por parte del gran capital y del Estado mismo. Y sobre todo falta respeto, valoración y aprecio por la obra de nuestros autores contemporáneos.
Pongo mis manos al fuego por esto que voy a decir: El Salvador se da el lujo de tener un grupo de autores que escribe, no sólo con constancia, sino con un nivel de calidad indiscutible. Lo hacemos contra viento y marea, sin estímulo alguno y sobre todo, porque la literatura es nuestra vocación personal.
Es lamentable que el lector salvadoreño no tenga acceso a la obra de sus escritores, porque éstos se ven obligados a publicar fuera del país y porque los que aún se llaman “editores”, prefieren optar por lo fácil y lo seguro, que son los textos escolares, sin apostarle a la literatura nacional.
Nuestros editores prefieren promover, de manera indirecta, la fuga de nuestros cerebros literarios al no publicarlos. Y lo lamento en particular por los nuevos escritores que, ansiosos e ilusionados, con sus libros bajo el brazo, tendrán un camino más que difícil para dar a conocer su obra.
Que no le quede duda a nadie: los escritores nacionales estamos haciendo nuestro trabajo, que es escribir. Y lo estamos haciendo muy bien. Pero ¿los editores están haciendo el suyo? ¿Dónde están los editores salvadoreños?
(Publicado ayer en "Séptimo Sentido" de La Prensa Gráfica, columna "Gabinete Caligari").
1 comentario:
una pena que en nuestro país no se valore la cultura. Yo tuve la oportunidad de leer ya la novela de Vanessa Núñez Handall y me pareció una novela increíble, que trata sobre un tema que muy pocas veces se comenta, y menos con la profundidad con que lo hace la escritora. Se las recomiendo 10000. No sé porqué en El Salvador no la venden todavía ni porqué no le han dado la cobertura que merece, salvo que yo no la haya visto. Pero es un libro que merecería la pena ser conocido en nuestro país.
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