miércoles, enero 09, 2008

El sueño del cuchillo y el cocodrilo

Hay dos sueños que se me presentan de manera recurrente, por lo menos en cuanto a concepto aunque los detalles varían. En uno de ellos entro a un teatro o a un cine para ver una película y el lugar está reventando de gente, todas las luces de la sala están encendidas y todos esperamos infinitamente por una película que jamás comienza. El otro, que de alguna manera se asemeja, es que llego a un aeropuerto a tomar un avión al que jamás me subo porque siempre hay cinco mil obstáculos o situaciones que lo impiden, aunque la diferencia está en que en el aeropuerto estoy corriendo contra tiempo y eso me causa mucha angustia.

Tuve otro de esos sueños el domingo. Llegué a un lugar donde esperaríamos un bus que nos llevara a la terminal del aeropuerto. El bus se adelantó bastante a la hora normal de salida y algunos pasajeros esperaban a otros. Yo me monté en el bus pero también montaron a un cocodrilo. Éste iba encadenado de las cuatro patas y las fauces, colocado justo detrás del asiento del conductor. Los demás íbamos algo inquietos. Yo pensaba qué se podría hacer en caso de que el cocodrilo se soltara y busqué en mi cartera (un bolsito negro de cuero) encontrando ahí un cuchillo de sierra con mango negro, de los para comer steak. El cuchillo existe en la vida real, es uno que me llevo en cada mudanza por no sé qué fetichismo y tengo añales de tenerlo.




Entonces veo que el cocodrilo se zafa la cadena de la pata posterior derecha pero el conductor sigue manejando tan normal y los pasajeros estamos en realidad bastante calmados. Me preocupa el cuchillo pues no sé por qué lo traje para el viaje y qué puedo hacer con él. Si lo dejo en la cartera, me lo detectarán en la máquina de rayos x y pensarán que quiero hacer un atentado. Si me lo escondo en algún bolsillo de mi abrigo, ídem. Botarlo está totalmente descartado y estoy sola, sin ningún conocido en el aeropuerto como para dárselo y que me lo guarde mientras vuelvo, así es que se me ocurre que en cuanto lleguemos a la terminal, buscaré cómo enviármelo por correo a mí misma.

Cuando llegamos, lo primero que hago es buscar una papelería para comprar un sobre. Veo que en un segundo piso hay varias tiendas e intento subir por unas escaleras eléctricas que están en mal estado (les faltan gradas y están como aplastadas del lado izquierdo). Subir me cuesta mucho pero por fin lo logro y casi que en el primer rincón encuentro una pequeña papelería.

Le pido a la mujer un sobre, me pregunta de qué tamaño. Le digo que debe ser tamaño postal porque al mismo tiempo me voy a mandar una postal a mí misma (no me pregunten por qué). La mujer me saca unos sobres aéreos de un papel bastante delgado. Y al dármelos me pregunta, en un tono de regaño, a qué hora sale mi vuelo. Veo el reloj: faltan 10 para la 1 de la tarde y mi vuelo sale a las 2:30. Ella me apura para que vaya a hacer el chequeo. Le digo que nada más debo hacer un envío urgente y que me voy a eso, que hay tiempo, que no voy a tardar mucho.


Rotulo el sobre pero entonces tengo ganas de ir al baño y comienzo a caminar buscando uno. Paso por un salón donde tienen detenidas a unas 25 personas, gente sin papeles, y ahí hay un baño pero no quiero meterme en ese salón con el cuchillo que ando en la mano. Una mujer policía me pregunta si busco algo, le digo que un baño, me dice que me llevará a uno. Pasamos de nuevo por el salón de los detenidos y me dice “aquí hay uno pero no se lo recomendaría porque estas personas son todas sospechosas”. Sí, le digo con un risa nerviosa, por eso no entré ahí. A todo esto, el cuchillo está de nuevo en la cartera, para no levantar sospechas.

Me enseña uno en un pasillo y me advierte que me apure, que el aeropuerto cierra por las tardes y que debo ir a chequear porque si no perderé el vuelo.

Luego todo se me pone algo confuso, porque de pronto estoy fuera del aeropuerto, en casa de alguien, que ha llevado comida en dos grandes cajas y yo debo comer algo de eso antes de montarme en el bendito avión (que por cierto, no sé qué destino lleva). Abro las cajas, ahora sí muy apurada por el tiempo, y veo grandes ramos de berro, una especie de pastel y otra cosa que no sé qué es y saco mi cuchillo para cortar pedazos de comida... y entonces despierto.

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