lunes, agosto 04, 2008

El Diablo sabe mi nombre en Guatemala

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Un libro escrito por una salvadoreña, publicado en Costa Rica, presentado en Guatemala por un escritor nicaragüense, ¿habría algo más centroamericano que eso? Fue la acertada reflexión que hizo Raúl Figueroa Sarti, presidendete de Filgua, en las palabras de inauguración formal del Encuentro de Escritores el pasado 28 de julio, minutos antes de la presentación de El Diablo sabe mi nombre.

Sergio Ramírez retomó un poco esa idea de Figueroa, señalando mis años de vivir en Nicaragua y que ya casi sólo me hacía falta irme a vivir a Guatemala también (algo que, lo dije en voz alta, no había que descartar...). Sergio hizo varios comentarios sobre el libro y algunos cuentos en particular.

En realidad lo que habíamos organizado inicialmente para después del comentario de Sergio, era un conversatorio con Javier Payeras y José Luis Perdomo (quien desafortunadamente, por motivos de fuerza mayor, no pudo asistir). Pero Payeras, escritor guatemalteco, optó por comentar también sobre cada uno de los cuentos.

El súbito e inesperado cambio de planes me dejó sin idea de qué decir y supongo que me vi más bien torpe y balbuceante, para lo cual se me ocurrió que, dado que todavía teníamos tiempo, podría leer un par de cuentos, cosa que hice. “El placer” y “Yo, cocodrilo” fueron los seleccionados.


Luego, vinillos de honor y firma de libros en el stand de Fondo de Cultura Económica, quien distribuirá los libros en Guatemala (para los guatemaltecos que lo busquen, podrán encontrar El Diablo sabe mi nombre en cualquier librería donde se distribuye FCE). Hablando con el representante de FCE en Guatemala, él viaja para El Salvador en la segunda quincena de agosto para llevar el libro. Estará disponible en La Ceiba y la UCA. La presentación la estamos preparando para fines de noviembre pues la haremos coincidir con otro par de cosas que ya se sabrán en su momento.




No sé por qué he regresado bastante torpe a Costa Rica. Fueron poco menos de 100 horas las que pasé en Guatemala, pero fueron bien fuertes para mí. Siento como que pasó un siglo, como que regresé a un lugar al que no reconozco (¿en realidad lo conozco?). La cabeza la tengo llena de impresiones y pensamientos, pero lo más difícil ha sido sentarme a escribirlas.

El insomnio allá me pegó bien pero bien duro y apenas dormí una o dos horas por noche. Demasiadas emociones supongo. Reencuentros, personas nuevas que conocí, nuevos amigos, amigos antiguos.

Me siento agotada, pero debe tener que ver con la gripe que me dio la semana antes de salir, el insomnio acumulado de los últimos 3 meses, el exceso de trabajo de los últimos 2 meses y esas 4 noches sin casi dormir en Guate.

¿La Feria del Libro? Bien en lo que cabe. No compré ni un sólo libro. En realidad, aunque me moví por los stands, no vi libros, admito. Uno, porque recién hubo la Feria del Libro acá en Costa Rica. Dos, porque no tenía dinero y andar viendo libros sin poderlos comprar me parece masoquista. Tres, porque cuando veo demasiados libros en un mismo lugar me causa angustia y luego empacho. Cuatro, porque tengo un cerro de libros pendientes por leer y estoy tratando de contenerme de acumular más. Pero hablaré más de la Filgua esta semana.



Guatemala es un lugar al que siempre he querido muchísimo. Por varios motivos. Guatemala es, por ejemplo, un lugar muy significativo para mi carrera de escritora. Fue donde gané mi premio más importante, donde tengo publicados un par de libros, uno de ellos en la ya mítica Editorial X (y qué orgullo me produce siempre haber podido ser parte de ese proyecto). El otro en Alfaguara, un paso sin duda importante para mí.


Pero además, Guatemala alberga amistades a las que quiero con un particular cariño, ése que se conserva intacto a través del tiempo, el espacio y el silencio. Sé también que en Guatemala hay gente que me quiere bien, gente que me quiere mucho y lectores que me han seguido la pista a través de libros, muchos de ellos pirateados, o a través del blog. Muchos se acercaron a decirme lo contentos que estaban de que volviera a publicar después de tanto tiempo.

En fin, para mí ir a Guatemala no es más que un viaje a la reconfirmación de mis afectos, un lugar en el que me siento querida, apreciada y amparada, y eso es mucho decir en un mundo tan árido, violento y seco.

A todas las personas que se acercaron a decirme cosas estimulantes sobre mis libros, a los que me contaron historias personales, a quienes intentaron complacer mis deseos (entre ellos un voraz antojo de mole de plátano que ya no pudo realizarse), a quienes no me encontraron o no quisieron acercarse por algún sentido de la pena o la timidez (no muerdo, lo juro), a todos los que estuvieron ahí nada más que porque gustan de mis libros, a los periodistas que me entrevistaron, a todos ustedes les doy un muy sincero y emocionado GRACIAS.



(En la foto, de izquierda a derecha: Óscar Castillo, editor de Uruk, Sergio Ramírez, yo y Javier Payeras).

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