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Cada vez que comienzo a escribir un libro, siento como si fuera la primera vez. Y de hecho lo es. Cada libro es nuevo, único, diferente. Cada libro es el primer libro. Cada libro encierra la emoción, las dudas, el aprendizaje de la primera vez. La incertidumbre del resultado, de la duración, de los problemas que vendrán.
Y de pronto pienso que así debería ser con el ser que se ama también. Que cada encuentro, cada mirada, cada frase dicha debería decirse con la nerviosa emoción de las primeras veces, cuando uno no sabe si el otro le corresponde, cuando uno quiere pero también teme, cuando se ansía el encuentro o el estar a solas con la persona, cuando uno imagina conversaciones, besos y otras cosas...
Guardar siempre esa pureza, ese asombro (ante la pareja y ante la literatura).
Escribir y amar son pasiones emparentadas, semejantes.
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martes, junio 08, 2010
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