1. Tres aviones, dos trenes y dos días de viaje después, arribo por fin a mi destino, la pequeña ciudad de Gütersloh, en Renania del Norte-Westfalia, Alemania.
Lo primero que veo al salir de la estación de tren son varios taxis. Encima de uno de ellos hay un pequeño televisor, conectado con un cable al interior. Cinco hombres están reunidos frente a él, viendo el partido Alemania-Ghana.
Son las 21:48 de la noche, pero parecen las cinco de la tarde. Así es en verano. La luz del sol dura hasta pasadas las 10 y media de la noche y a las 4 de la mañana ya está de nuevo claro.
Subo al taxi y le pregunto al chofer quién va ganando el partido. La pregunta es superflua. Alemania, naturalmente, me dice con tremenda sonrisa. Uno a cero.
Mientras me lleva al hotel, noto que las calles están virtualmente desiertas. No se mira gente en la calle, tampoco muchos carros. Los pocos que se miran llevan una banderita alemana. El único lugar donde veo gente es cuando pasamos por una kneipe o bar. El jardín está lleno de fanáticos sentados en bancas de madera, viendo el partido en pantalla gigante mientras empinan unas cervezas. Ya casi llegando al hotel, un par de niños parados en la acera tocan un tambor y ondean la bandera alemana con un frenesí tan contagioso que me hacen reír. El taxista me mira por el retrovisor y ríe conmigo.
2. Gütersloh es una ciudad de casi 100 mil habitantes. La primera mención que se tiene de esta población data del año 1184, en un documento escrito por el Obispo de Osnabrück.
La persecución de judíos durante el Nacional Socialismo no fue una excepción en esta tranquila región. Para 1938 se quemaron tres edificios de apartamentos, dos casas y una sinagoga. Para 1941, los judíos que allí habitaban fueron llevados a campos de concentración y al terminar la guerra, la comunidad judía completa había desaparecido.
Entre 1940 y 1943, 1017 pacientes fueron deportados desde otros puntos de Alemania al hospital psiquiátrico de Gütersloh como parte del programa de “eutanasia” Aktion T4, en el que personas con enfermedades mentales eran sujetos de experimentos “científicos”. De aquel contingente, sobrevivieron 220 personas.
La ciudad también fue blanco de numerosos ataques aéreos a partir de 1940, debido a que allí había un aeropuerto militar construido por los alemanes. Veinticinco por ciento de la ciudad fue destruida. Luego del fin de la guerra, se instaló allí la base militar de la Real Fuerza Aérea Británica, la cual estuvo activa hasta 1993.
3. El hotel Lindenkrug está ubicado a pocos metros de la Fundación Bertelsman, institución que patrocinó mi viaje. Se nos ha invitado a un taller de 72 horas a personas de Ghana, Bután, Estados Unidos, Rusia, Alemania y yo, como única latinoamericana, para hablar de las megatendencias y los retos que representa para el futuro de nuestras sociedades.
¿Cómo hacer converger a personas con antecedentes, experiencias de vida y lugares de origen tan disímiles para hablar sobre estos temas e intercambiar opiniones? A través de la web 2.0, por supuesto. Es así como la Fundación ha echado a andar la plataforma de blogs “Future Challenges” (Retos Futuros), para motivar una discusión que implique no solamente hablar de las megatendencias sino (y sobre todo), de la correlación entre ellas.
Migraciones, cambios climáticos, la globalización económica, el buen uso de la energía y los recursos naturales, la biodiversidad, las amenazas a la seguridad global, las pandemias, la gobernabilidad y demografía, son algunas de estas megatendencias.
Al ser estudiadas desde su correlación, la discusión puede contribuir a encontrar soluciones y proyectos que, a pequeña o gran escala, sirvan para marcar la diferencia y paliar los efectos negativos casi inevitables a los que parecen arrastrarnos esta oleada que llamamos vida. Una oleada que puede comprenderse mejor cuando se estudia el concepto de “sociedades líquidas” del sociólogo polaco Zygmunt Bauman, quien junto al francés Alain Touraine, fuera galardonado este año con el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades.
4. Cada vez que Mac-Jordan Elikem Degadjor habla de su país, Ghana, lo comprendo perfectamente porque parece hablar de El Salvador.
Dice que en Ghana el tema principal de discusión es la política. Son dos los partidos en pugna, el Nuevo Partido Patriótico y el Congreso Nacional Democrático. Virtualmente inexistente es la discusión sobre otros temas intelectuales y mucho menos, sobre las megatendencias del futuro.
Hay un altísimo nivel de migración del campo a la ciudad debido al desempleo y a las paupérrimas condiciones de vida de otras localidades. Los índices de corrupción son lamentables. La no existente política de conservación de los recursos naturales afecta visiblemente a lugares como Keta, la ciudad donde él nació.
Keta está ubicada en el Golfo de Guinea, cerca de la desembocadura del río Volta. Es una ciudad costera que tuvo su importancia como puerto comercial desde el siglo 14 y donde los holandeses construyeron una fortaleza en 1784. Desde ahí se exportó marfil, oro, especias y esclavos, cientos de esclavos.
El mar está destruyendo lentamente esta ciudad, erosionando la franja de tierra que está entre el océano Atlántico y la laguna de Keta, de agua salada. Parte de la ciudad ya fue destruida entre 1960 y 1980 debido a esto. Se ha comenzado un proyecto de emergencia para contener el avance del mar pero puede ser que, en pocos años, esta delgada lengua de tierra simplemente desaparezca.
Los altos niveles de desempleo, subempleo y muy bajos salarios obligan a muchos ghaneses a buscar fortuna en otros países, sobre todo europeos. Mac-Jordan mismo gana apenas 200 dólares al mes para un trabajo especializado en informática, con un horario de 7 horas diarias. Las conexiones de internet son lentas y costosas, tanto que comparte con un vecino un módem para poder acceder a la web.
5. Sonam Ongmo nació en Bután pero vive hace 10 años en Nueva York, junto con sus dos hijos y su esposo canadiense.
Traducido al español, Bután significa “la tierra del dragón de truenos” e integra la lista de los 100 lugares que hay que visitar antes de morir, según uno de los populares canales de televisión de la cadena Discovery.
Ubicado en la cordillera del Himalaya, vecina de Tíbet, Nepal e India, el país permaneció aislado durante siglos, en parte por su difícil acceso pero también como una decisión consciente de sus respectivos reyes de proteger el reino. Eso hasta que el soberano Jigme Dorji Wangchuck decidió abrir las fronteras del país y comenzar un proceso de democratización, que fuera continuado y concluido por su hijo Jigme Singye Wangchuck, el último rey de Bután, quién abdicó en 2006.
El afán de los monarcas era modernizarse pero sin perder las tradiciones culturales de su pueblo, algo que han logrado mediante la curiosa medida de no tener relaciones diplomáticas con ningún país, lo cual obliga a que todo viajero al lejano Bután deba pedir un visado, no importando la nacionalidad.
La fragilidad y los riesgos de la construcción de una nueva democracia en Bután también me recordaron a El Salvador.
6. Para terminar el taller nos trasladamos a Berlín.
La conocí cuando existía el muro, cuando era dos ciudades en una y cuando era, sobre todo, la ciudad de mi triste exilio. La reconocí después de la caída del muro y en la euforia de reconstrucción que hizo surgir edificios audaces, atrevidos y maravillosos, que han convertido a Berlín en una ciudad donde la arquitectura es un gozo para el ojo y que se renueva día a día.
En mi caso personal, pareciera que todos los caminos me llevan a Berlín, porque el destino siempre encuentra el modo de hacerme volver. De alguna manera, o de muchas en realidad, Berlín es mi segunda ciudad.
Y ahí estamos, un ghanés, una butanesa y una salvadoreña, paseando por la ciudad que conozco tan bien, bebiendo cerveza turbia, tomándonos fotos frente al Reichstag y la Isla de los Museos, viendo de lejos la antena de televisión de Alexanderplatz y observando el balcón del hotel Adlon, desde donde Michael Jackson agitó a su tierno hijo frente a una muchedumbre asustada.
Ahora el paseo Unter den Linden es una vía peatonal (idea que no me gusta para nada, confieso), y docenas de turistas caminan y se toman fotos frente a la Puerta de Brandenburgo.
Y mientras cumplo el inevitable ritual, pienso en Berlín bombardeada durante la guerra; en Abdulkhakim Ismailov, el soldado ruso que plantó la bandera roja con la hoz y el martillo, sobre el Reichstag; en Conrad Schumann, el soldado y primer desertor de Berlín Oriental, que saltó el alambre de púas para alcanzar su libertad; y en esta ciudad, bello fénix resucitado de entre las cenizas.
(Publicado en revista Séptimo Sentido, La Prensa Gráfica, domingo 11 de julio 2010).
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