lunes, agosto 25, 2008

El camino

8011.jpgHacer cine en Centro América es una hazaña tan grande, que cuando alguien se aventura a filmar un largometraje, son muchas las expectativas sobre el resultado. Es una constante en dichas hazañas la limitación de medios, sobre todo económicos, que a veces alargan durante mucho tiempo las producciones o limitan algunos asuntos de calidad estrictamente técnica. Hay buenas ideas, buenas historias. Hay también personal calificado y con el talento para llevar a cabo tales empresas.

Cada película filmada y producida en Centro América resulta en ese sentido un auténtico triunfo. Pero eso no la exime de los posibles fallos y limitaciones del resultado final. Hay quienes tienden a ser muy benévolos y disculpar todo tipo de errores. Se hizo la película y es lo que importa, no el resultado, parece ser el lema de algunos. Para otros, la temática planteada puede ser el punto de disculpa.

En el caso de El Camino, de la costarricense Ishtar Yasin, las expectativas eran mucho más altas, debido a que primero se estrenó en varios países y festivales de cine alrededor del mundo y no es hasta un año después de su producción final que la película se estrena en Costa Rica. En algún momento pensé que quizás la estrategia partía de aquel lamentable dicho nuestro de que “nadie es profeta en su tierra” y que Yasin sentía necesidad de validar su película en el extranjero para estrenarla finalmente en Costa Rica. Esto son meras especulaciones mías, conste. Porque la verdad ignoro por qué se estrenó tan tarde acá. En todo caso, me fui con la mejor de las intenciones al cine. Pero salí bastante decepcionada.




El camino narra la historia de Saslaya, una niña que decide un día, cansada de los acosos sexuales de su abuelo, irse de Nicaragua a Costa Rica a buscar a su madre, quien habría migrado varios años antes y de quien apenas tienen noticia. La niña se lleva a su hermano Darío, quien es mudo. El padre de los niños murió hace mucho y parece no haber más familiares. Juntos, los niños comienzan un viaje atravesando Nicaragua, enfrentando diversas circunstancias y conociendo numerosas personas, algunas de las cuales tendrán (predeciblemente) influencia en los sucesos finales de la historia.


La película descansa más en imágenes que en diálogos, y esto puede hacer que el ritmo de la película sea algo lento. A pesar de ello, la trama se transmite bien. Creo que la pobreza de las condiciones de vida de miles de nicaragüenses queda bien retratada y para ello no se utiliza un discurso lloricón. Hasta allí estamos bien.

Sin embargo, hay ciertos recursos y elementos visuales utilizados en la película que me parecieron lugares comunes. Por ejemplo, cada vez que Saslaya llega con Darío a algún lugar, siempre hay una feria, una fiesta, una banda tocando música, etc. Parecería que nuestros países viven en una perpetua parranda. El simple transporte de una virgen en el barco que viaja a San Carlos de Nicaragua, se transforma en procesión (con banda de música y cohetes incluidos) llegando a puerto, y culmina con una quema de incienso que deja la pantalla en blanco durante un tiempo demasiado largo para mi gusto.

Y luego hay un recurso que sinceramente no me gustó para nada. Un par de hombres encuentran una mesa cualquiera en el botadero de Acahualinca de Managua, y se la llevan. A esos hombres los estaremos viendo en varios momentos de la película, es decir, atraviesan toda Nicaragua con esa mesa vieja y hasta cruzan ilegalmente la frontera tica con la mesa. Como recurso visual es válido, pero creo que se les pasó la mano, porque era algo absolutamente ilógico ir a sacar una mesa vieja de un botadero de basura y cruzar con eso todo un país y hasta la frontera. Ya cuando vi esa escena estuve a punto de irme.

Quizás, en el fondo y ahora que lo pienso, la película esté más dirigida a un público foráneo que a uno local (y quizás por eso la paciencia de presentarla tanto tiempo después en Costa Rica). Es decir, el intento es el de hablar sobre los efectos de las migraciones en los seres que quedan atrás, en las familias incompletas, en los dramas de los niños que tienen que crecer sin sus padres a merced de situaciones que son amenazantes para ellos.

Luego de todas las buenas opiniones sobre El camino y el par de premios que la película ha ganado, me queda un sabor contradictorio. Es un triunfo, es cierto, y un gran esfuerzo, haberla filmado. Pero en lo personal, la película no me tocó pese a mi profundo interés en el tema de las migraciones, pese a conocer Nicaragua y vivir en Costa Rica. Faltó algo o quizás hubo demasiado. El final se me hizo muy predecible.

Pero no me hagan caso. Como escritora creo que estoy demasiado conciente de los andamiajes y las estructuras de las historias como para dejarme llevar por sus finales o intenciones. Véanla y me comparten su opinión.

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