En 1910, Áurea, embarazada de pocos meses, es llevada hasta una zona desértica del Brasil donde su esposo pretende instalar una población. Los acompaña doña María, la madre de Áurea. Luego de que los colonos que acompañan a la pareja escapan y que el esposo muere accidentalmente, las dos mujeres quedan solas y sin alimentos ni recursos en aquel paraje desolado y deshabitado.
Buscan apoyo en una comunidad cercana, donde viven descendientes de esclavos. El negro Massu las ayudará a conseguir comida y también, poco a poco, en la sobrevivencia práctica.
Pero Áurea se resiste a vivir allí para siempre y busca, afanosa y obsesivamente, la manera de regresar a la civilización. La esperanza está en Chico do Sal, un viejo mercader que viaja hasta aquella remota región para comprar sal. Poco a poco, Áurea negocia y ahorra como para emprender el viaje, pero Chico muere. ¿Perderá con ello Áurea su oportunidad de regresar a la ciudad?
Casa de arena de Andrucha Waddington narra la historia de los constantes esfuerzos de Áurea por escapar de aquella desolación. Pero la desolación no está solamente en lo agreste del paraje, un interminable territorio deshabitado lleno de dunas de arena blanca que, en algún momento, van a dar a un mar turbulento en el que a duras penas se puede salir a pescar. Los personajes también tienen un agreste paisaje interior, marcado por la historia personal o por las carencias o añoranzas de lo que no tienen en su vida.
Áurea le confiesa un día a su madre que extraña la música. Pero ya doña María se ha adaptado al lugar, no siente que tiene nada a qué volver. Áurea no la comprende. “Aquí”, le explica doña María, “ningún hombre me dice lo que tengo que hacer”. Para la madre, la distancia y la soledad son mejores que la vida que conoció.
Los papeles principales están interpretados por la siempre excelente Fernanda Montenegro y por su hija en la vida real Fernanda Torres. El director, de hecho, es esposo de Torres.
Esta película brasileña, ganadora de numerosos premios, tiene sin duda como uno de sus mayores atributos la fotografía, que logra transmitir al mismo tiempo la belleza, la desolación y lo destructor de aquel paisaje, del sol inclemente (no hay un árbol en kilómetros). “La arena camina”, le advierte Massu a las mujeres cuando les dice que la casa está construida en mal lugar. Y con el correr de los años, es cierto, la arena va cambiando el paisaje, apoderándose de parte de la casa, invadiéndola.
La historia sigue en el paso del tiempo. La hija de Áurea, llamada María en honor de la abuela, crece con una rebeldía y una inconformidad ante la vida que la hacen también obsesionarse con salir de aquel lugar. Mientras tanto Áurea, ya adulta, ha encontrado en Massu la familia que le ha hecho aceptar el lugar donde se está como un hogar, por muy imperfecto o incompleto que sea. Total, el hogar es la familia, y no el espacio físico.
El final de la película es conmovedor y a la vez asombroso. En un lugar tan lejos de todo, donde no hay radio ni periódicos ni edificios, llegan las noticias de que el hombre ha llegado a la luna...
Vi esta película en el canal People & Arts, pero no encontré en su página web nuevas fechas de programación. Pero si la ven anunciada o encuentran el DVD, no se la pierdan.
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