Él, estilista colombiano, 6 años de vivir en Costa Rica.
Ella, salvadoreña, 3 años y 9 meses de vivir en Costa Rica.
En el momento del peinado, él le pregunta si quiere que le corte el pelo. Ella dice que no, que se lo cortó la vez pasada.
-Por cierto –comenta ella–, gustó mucho el corte que me hiciste.
-¿Ah sí? –exclama orgulloso el estilista–.
–Sí –dice ella– lo que pasa es que estuve en El Salvador, y como tenía más de un año de no ir, no me habían visto con el pelo así. A varia gente le gustó el corte.
Y él, ay qué bueno que fuiste, ¿y cuánto tiempo estuviste?, y ella le da detalles.
Entonces él pregunta ¿y no te dieron ganas de quedarte?
Y ella responde, apesadumbrada, ¡¡¡ayyyy, síiiiiii!!! Se me hizo difícil volver, quería quedarme allá con mis amigos...
Y él, a mí me pasa igual. Vieras que yo estoy con un gran dilema en mi vida, si quedarme o irme.
Y ella, ay, yo igual.
Y él, es que uno como que nunca se termina de adaptar, ¿verdad?
Ella, pues no, yo por lo menos sigo sintiéndome extraña. Y por lo demás, siento que la vida sólo es trabajo y trabajo y nunca progreso.
Él, en efecto, trabaja uno todo el día y todos los días y ni rico se hace uno, si por lo menos eso. Yo estoy igual que allá, no mejora mi situación.
Ella, yo pienso que si por lo menos uno mejorara, valiera la pena el sacrificio, pero para estar igual que estábamos allá, es mejor regresarse, porque por lo menos allá está uno con su gente, en su país, comiendo su comida...
Él asiente.
Ambos se quedan callados largo rato. Cada quién pensando en su terruño.
viernes, octubre 10, 2008
En el salón de belleza
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